Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Trileros

Dar un traspiés tras otro sólo puede precipitarte a dejarte la dentadura contra la acera o a hendirte la sesera contra el borde de la misma.

En esta travesía de 25 años he dado muchos traspiés, como imagino que todo el mundo, pero he podido comprobar que tras el mismo, el siguiente paso ha sido firme. Evitar volver a caer en el mismo error es el mantra y el karma, te devuelve lo ganado a pulso.

El monomito, término acuñado por el antropólogo Joseph Campbell, nos lleva a encontrar trileros por todos lados. Los menos esperados, funcionando como autómatas. En otras ocasiones, haciendo honor a su nombre. Buscando el engaño, la sorpresa y la distracción para mantener su forma de parasitar día a día.

El tiempo, que lo pudre todo y más cuando nada se mueve.

Todos nos hemos movido, claro, aunque el tiempo ha ido pudriendo lo que alrededor se encontraba, motivo por el cual, tras el consiguiente traspiés, se coge la vereda, la de la puerta de atrás y se sigue otra vez hacia adelante.

Torciendo el camino en ocasiones, aunque la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, las curvas, el vaivén y la presencia de trileros, hacen de la realidad que vivimos, la que se ellos quieren.

Me he quedado quieto, parado, he cerrado los ojos, y los he abierto de nuevo para volver a ver. Más allá de los vasos del trilero, dónde está la solución al problema.

Esa solución fácil cuando se encuentra, y difícil de encontrar es la que por momentos tiende a abrirse en las propias líneas de la mano.

Que la solución está en tus manos, ojalá…

"La mirada tiene que ser limpia. Serena, segura amplia."

"Los objetivos han de ser simples, asequibles y accesibles."

"Mañana volveré, pero tratando de hacerlo bien…"

La solución radica en amputar las manos del trilero, el que mueve rápidamente los vasos de metal sobre la superficie lisa. El trilero engaña y oculta a los ojos la realidad a quien lo vea, pues finalmente esconde el hecho en su bolsillo, y deja los vasos vacíos…

Descubrir al trilero no es difícil, y lo vemos todos los días amplificados por las ondas herzianas, o atribulando mensajes por las alcantarillas de Internet.

Lo difícil es meterlo en el vaso y hacerlo desaparecer ante la mirada de los presentes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios