Metafóricamente hablando

Antonia Amate

En el amor y en la guerra no todo vale

Hay momentos culminantes para el ser humano en los que decidir es una cuestión de ética

Mira distraída el cielo cuajado de nubes blancas, sedosas, casi transparentes, mientras escucha el trino de miríadas de pájaros que lo surcan en un vuelo dichoso. Ella por contra está preocupada, el futuro otrora tan predecible, se ha convertido en una bola de cristal, en cuyo fondo no hay nada que le pueda hacer adivinar el desenlace: como, cuando, de qué manera, todos o solo unos pocos…. Las dudas le asaltan, como en todo conflicto de la vida, cuando los hechos se van sucediendo de forma vertiginosa, y desconocemos que mareas se van a desatar. La vida, la integridad física, los derechos más elementales de ella y sus compatriotas, están en juego, hay que establecer prioridades, y eso lo van a decidir unos pocos. Escucha preocupada, el ronroneo apagado de sus voces en el estrado, parece una lucha dialéctica, pero ella sabe que no es así, que lo que se decide es una prioridad: ser o no ser, y se pregunta a sí misma, que derecho se puede ejercitar, cuando se ha perdido la vida. Hay momentos culminantes para el ser humano en los que decidir es una cuestión de ética. En este momento de reflexión, recuerda una frase tan detestada como manida: "en el amor y en la guerra, todo está permitido", coletilla a la que acuden una y otra vez los depravados ególatras para justificar acciones, que de otro modo serían reprobables. Ella siempre respondió a quienes enarbolaban tal razonamiento vacuo, diciendo que en las guerras siempre hubo héroes y villanos, y en el amor, quien fue más allá de su propio ego, luchando por conseguir la felicidad del otro por encima de todo obstáculo, por difícil y crudo que este fuera. Y dando un repaso por la historia, se reafirma en sus pensamientos: que general, que jefe de estado, que gobernante, escapa al análisis postrero de sus actos? La historia se va escribiendo a sí misma, y los que la estudian la irán juzgando, sin apasionamiento, con distancia, valorando las circunstancias que concurrieron, y jamás se ha dado el caso de que se justifique una villanía, cuando los intereses que la sustentaron han desaparecido. Estos son unos de esos momentos estelares de la vida de una persona en el que todo lo que tiene, todo lo que desea, todo lo que espera, está en manos de unos pocos hombres y mujeres, que tienen que decidir entre ser héroes o villanos, mientras los demás debatimos sobre "el sexo de los ángeles". Quiere pensar que se impondrá el honor y la cordura en las personas que le representan, que tendrán tan claro como ella que en el amor y en la guerra, ni todo está permitido, ni todo vale; no es un deseo sino una necesidad. De repente sale de su abstracción, al escuchar a unos jóvenes que transitan bulliciosos por la calle, riendo y jugueteando, ajenos al futuro que les espera, a la historia que otros le están escribiendo y que solo ellos juzgarán.

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