Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Aquí hay dragones

Un fracaso de la Medicina es tener que llegar a cercenar una parte de la anatomía, cuando el autocanibalismo en forma de gangrena ha empezado con esa falta de fluido vital hacia la extremidad. Se produce el marchitar de la célula y del tejido. Lo transforma en un putrefacto anejo que ahuyenta al que se acerca. El nauseabundo olor y la toxicidad general que produce, lleva a un final próximo.

Amputamos y lo hacemos de forma reglada, cuando no queda más remedio.

Intentamos que la parte contaminada no termine haciendo que el resto del organismo sucumba ante el hedor y el veneno de esa infección que avanza, y se multiplica. Afecta a la homeostasis, al riñón, al sensorio, a la decisión y a la vida.

Amputamos en el último suspiro de la vida, pues he visto demasiadas veces como la muerte se presenta de esa forma, pudriendo la extremidad de la persona añosa. La que ha dado su vida por cuidar a los suyos, de miles de anécdotas y sacrificios y que ahora, se encuentra totalmente encarcelada por su situación clínica. Obligada a estar postrada, doliente perpetuo, consumiendo opiáceos a demanda y llagándose por doquier.

Es el dolor insoportable el protagonista principal y luego el hedor a muerte el que inunda la habitación. Se marchita una vida,un cerebro y una existencia.

La amputación es reglada, dejando lisiado de por vida a mi paciente. Intentando mantener el hálito de vida que se escapa entre sus labios, buscando el máximo, cuando sabemos que no tenemos vuelta atrás.

"Hacer todo lo que se pueda"es la letanía.

La secuencia es siempre la misma: un abordaje con el bisturí eléctrico primero. Disecando y buscando los vasos enfermos, los que son imposible que mantengan el mínimo para revitalizar distalmente. Aislando el nervio ciático y embebiéndolo en alcohol para provocar su muerte; llegando al hueso. Tronar y chirriar de la sierra mecánica, mientras llega el "crock" final. La caída de la rama, la carne hervida y achicharrada que no muestra ningún estímulo, que muere a cada paso que damos. El crujido suena y queda en el ambiente. El cuerpo se desmembra. Se embute en una bolsa especial, y se dona al creyente para que pueda ser enterrado o bien se incinera, para que no pueda ser recordado. Mientras modelamos el muñón, cicatriz fea y sucia que limita e insulta a lo bello.

Y hoy he visto el resultado, en un dragonboat.

Efectivamente, aquí hay madres de dragones.

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