Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

Unas palabras de Hamilton bastaron para sanarlos

Lewis Hamilton ha sabido convertirse en un campeón digno, dentro y fuera del circuito

Casi acababa de morir George Floyd. LeBron James subió un mensaje a las redes, escueto y firme. Bastó ese gesto de King James para que la NBA exteriorizase su censura unánime al racismo. El ejemplo se propagó de inmediato a casi todos los deportes. En la última jornada de la Bundesliga, Achraf, Thuram, Sancho y McKenie dedicaron sus goles a recordar la figura de Floyd y a reclamar el final del racismo. Antes, habían hincado rodilla en tierra, como Colin Kaepernick, todos los integrantes del Liverpool, el Borussia Dortmund, el Zaragoza Basket, el Panathinaikos o el Besiktas. Son la nueva camada de deportistas comprometidos con la lucha contra la discriminación racial, herederos de una estirpe en la que figuran auténticos mitos como Muhammad Ali, Timmie Smith y John Carlos, Red Auerbach o Abduil-Jabbar.

Reinaba, no obstante, un inquietante silencio en la Fórmula 1. Otro rey, Lewis Hamilton, se sintió obligado a intervenir. Un campeonísimo, negro británico, comunicó su compromiso con la causa, al tiempo que recriminó la actitud del mundo del motor. Sus palabras tuvieron un efecto fulminante. Con Leclerc y Sainz a la cabeza, los pilotos respaldaron de inmediato a su compañero. Las escuderías y las fábricas tomaron posiciones análogas. Incluso la propia organización de la F1 y la FIM emitieron sendos comunicados oficiales de apoyo.

El poder de convocatoria de los deportistas no es nuevo. Han sido los grandes mitos populares del siglo XX, las auténticas vestales de la comunicación, sobre todo en la Era de la Globalización. CR7 está en la cima de Instagram con más de 222 millones de seguidores. Por supuesto, supera a políticos, actores de Hollywood o a cualquier estrella de la música. Desde esa enorme capacidad de convocatoria, disponen de un potencial inestimable para construir en positivo, para proponer un mundo mejor y más justo. ¡ Ese fue otro punto de genialidad del irrepetible Nelson Mandela. Consiguió la complicidad de François Pienaar, el capitán de los springbok, para hacer del rugby un símbolo de unidad nacional; tarea complicada, pero imprescindible, en un país que había sido golpeado por el apartheid. Lewis Hamilton ha sido buen discípulo de Madiba. Ha dejado atrás al personaje arrogante con el que se subió por primera vez a un McClaren. Ha sabido convertirse en un campeón digno, dentro y fuera del circuito, entre otras cosas porque ha sido capaz de comunicar su compromiso con la sociedad hasta convertirse en un ejemplo para los demás.

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