Veinticinco años después, la selección vuelve a Chipre con el recuerdo de cómo allí se fraguó el adiós de Javier Clemente Lázaro como manijero del equipo de todos. Aquel tropiezo iguala en sonrojo al de Finlandia años años atrás, pero ninguno como éste de Larnaca tuvo tanta repercusión negativa. Fue el final a seis años de claroscuros en los que la atención se centró en la guerra que mantuvieron clementistas y adversarios del vasco.

Y esta tarde se vuelve a la isla mediterránea, pero no a Larnaca sino a Limasol, ese lugar donde estuvo el Betis hace poco y en el corazón de un clima infinitamente más bonancible que el que rodeaba al seleccionador de entonces. Hoy la borrasca existe, pero no, precisamente, en torno al equipo nacional. En las manos templadas de Luis de la Fuente, que ganó dos Ligas a las órdenes de Clemente en el viejo San Mamés, las cosas fluyen y hasta se ve el futuro con optimismo.

Ganar en Chipre sería como asegurar la primera plaza del grupo, lo que facilitaría las cosas en la próxima Eurocopa. Ser cabeza de serie en Alemania 2024 encarrilaría el campeonato y el mano a mano que nos traemos con Escocia lo ganaríamos con un triunfo en Limasol, dando por hecho que Georgia doblará la rodilla el domingo en Pucela. Y para eso, De la Fuente sigue confiando en esa amplia guardia de corps a la que se incorporaron Grimaldo y Remiro.

Es encomiable cómo el riojano no cede al aluvión de presiones que recibe en cuanto a la incorporación de novedades como la del fantástico Isco. Merecida la opción del malagueño hay que ponerse en la piel del seleccionador. Cada vez que recibe dicha recomendación contesta que a quién quita. “Quizás sea injusto con Isco, pero quiero ser justo con los que están”, afirma sin que le tiemble el pulso. Y hoy, a no repetir la catástrofe chipriota de hace un cuarto de siglo.