Tribuna

Mª Dolores Muñoz Fernández

Amnesia

En una sociedad con tan cargante exaltación de los contravalores se aborta por completo cualquier intento de salvar el humanismo clásico

Amnesia

Amnesia

Amnesia era la negación de Mnemosine, que, en la mitología griega representaba la memoria, el recuerdo. Según órficos y pitagóricos, los difuntos debían beber las aguas de la laguna Lete para olvidar su vida anterior antes de reencarnarse en otro ser. Por otra parte, Aletheia, la verdad, procede de Lete y etimológicamente significa “sin olvido”, lo que no está oculto a la mente humana. Algunos pensadores entendieron “la verdad” como algo que hay que investigar. El profundo sentido de los mitos griegos, la idea de la verdad, la fraternidad, la compasión, fue un ideal de moderación y racionalidad que nos legaron como una enseñanza universal.

Lamentablemente, en este siglo XXI, una horda ingente de medios cada vez más agresivos de manipulación y propaganda se ha puesto al mando, aliada con poderes sin escrúpulos. Quieren que algoritmos mecánicos sustituyan y anulen el cerebro humano. Mediante la IA, invalidan por completo el recuerdo, la identidad y la imaginación. Pretenden anestesiarnos con consignas gregarias, privar a los jóvenes del estudio y la adquisición de valores humanísticos, acabar con la individualidad y el pensamiento libre. Temen aquello que decía Cicerón: “Pensar es como vivir dos veces”. Todo se pudre en contacto con los intereses ocultos de la política global. La verdad depende de que haya gente lo bastante valiente como para decirla o investigarla. El estudio de los clásicos se desprecia, como si fuera un peso muerto destinado a sabios y eruditos. La cultura se considera inútil y un practicismo feroz y mal entendido corroe los más profundos cimientos de la dignidad humana.

La sociedad actual, aunque es aparentemente tolerante, aplasta cualquier protesta o crítica a lo políticamente correcta y a la pseudoética de nuevo cuño: nos hace olvidar la esencia de lo que somos. Estamos en un proceso de involución, de desconfiguración del ser humano. Es la aculturación de Occidente, la pérdida de idiosincrasia.

Diógenes de Sinope, filósofo cínico, defendía una transmutación de los hábitos sociales para conseguir la sabiduría y la verdad. Pero en una sociedad con tan cargante exaltación de los contravalores se aborta por completo cualquier intento de salvar el humanismo clásico.

Según los griegos, los dioses enviaban guerras o epidemias en épocas de bonanza, impidiendo así que la humanidad “muriera de éxito”. Ahora nos castigan con una sociedad adicta a lo “tecnológicamente inteligente” cosa que aborrega, controla, censura y dicta lo que deben ser nuestras vidas y nuestros intereses. La inteligencia artificial puede ser uno de los inventos más peligrosos de nuestra era: muestra ya tentáculos venenosos.

Y, ciertamente, determinados avances científicos y tecnológicos nos han hecho la vida infinitamente más fácil y mucho más larga. Paradójicamente, parece que actúan en relación inversamente proporcional a la talla ética de muchos, que la manejan pérfidamente. Con estas nuevas herramientas, el gobierno de lo pseudo, de lo falso, está garantizado.

Para los griegos, “lo que permanece en el recuerdo nunca muere”. Todo lo que nos angustia y preocupa, también permanece. Por ello, algunos querríamos despertarnos con amnesia, para que desaparezcan de nuestros recuerdos la burda tergiversación del lenguaje, el brutal encierro al que se nos sometió en la pandemia, las escandalosas mentiras y decisiones tomadas por expertos de cartón piedra; las nulas dimisiones, los okupas y los gorrillas, que lacran nuestras ciudades, la manipulación, la benevolencia exagerada con los delincuentes, las sonrisas hipócritas y cínicas de nuestros políticos, las palabras no acordes con los hechos. Olvidar que el feminismo es lo mismo que el machismo, ya que discrimina o favorece en función del sexo; el ninguneo de los ancianos, arrinconados como objetos caducos y ya inservibles. No recordar a los políticos lerdos, gentecilla con altos cargos, de mentes vacías, bolsillos llenos, pose de malotes y ropita cara. Los paseíllos triunfales, la falta de explicaciones, el incumplimiento de las promesas electorales, el pseudoecologismo. Amnesia de los problemas surgidos de una política esquizofrénica, de un gobierno con tanto afán de poder como falta de vergüenza. Ha promulgado las leyes más absurdas y dañinas de la Democracia de este país. Están mal hechas, son injustas y alguna hasta repugnante. Habría que aplicar la máxima del filósofo latino Séneca: “Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”. ¡Pues ya sabemos lo que falta!

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