Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

España estuvo allí

El mundo está plagado de lugares donde el heroísmo anónimo señala que España estuvo allí. Vale la pena repasar algunos de los libros de historia antiguos

España estuvo allí España estuvo allí

España estuvo allí

Hay que reconocer que existe en nuestra cultura una tendencia a celebrar la muerte de nuestros héroes con mayor pompa que sus victorias. Ya lo dijo el almirante Cervera a su regreso del cautiverio en Estados Unidos de América tras la derrota en Santiago de Cuba: "La Patria no necesita héroes, sino victorias". Sin embargo, un sacrificio heroico se convierte a la larga en una victoria cuando el adversario reconoce que estuvo frente a otro ser humano cargado de los mismos valores. El mundo está plagado de lugares donde el heroísmo anónimo señala que España estuvo allí.

Cada día en la mar, en los buques de la Armada, de igual forma que se pica la campana para marcar las horas y el relevo de las guardias, al ocaso se reza una oración. A diferencia de lo que se podría pensar, se pide por los vivos: "Tu que dispones de viento y mar, haces la calma, la tempestad, ten de nosotros Señor piedad,…" en la creencia cierta que los muertos ya están en manos de Dios. Sin embargo, con el mismo sentimiento de fraternidad que produce rezar al unísono con los demás miembros de la dotación, viene también a la memoria esa frase lapidaria en el acceso al comedor de alumnos de la Escuela Naval Militar, atribuida a Plutarco y puesta en boca de Pompeyo, de: "Vivir no es necesario, navegar sí".

Por más que pudiera parecer inconexo el heroísmo de anónimos valientes y la necesidad de navegar por encima de la vida, el vínculo se manifiesta cuando te echas a la mar por el mundo porque te sorprenden lugares donde se honra, año tras año durante siglos, a marinos españoles bravos en el combate o esforzados en el sacrificio para perseverar lo descubierto o desafiar la furia del tiempo meteorológico hasta zozobrar en la mar o morir en el empeño en tierra. Gestas que se rememoran frente a los marinos que navegan por los mares en los que España fue señora y que como brillantes victorias se esconden hoy en el vacío que produce la ignorancia.

Es emocionante el reconocimiento con el que la Armada de Chile homenajea a los españoles que, a las órdenes de Sarmiento de Gamboa, fundaron la ciudad del Rey Felipe en el siglo XVI en el Estrecho de la Madre de Dios, ese que hoy conocemos como de Magallanes, ese oriundo portugués que inició, gracias precisamente a estar al servicio de Su Majestad católica, la vuelta al mundo que completó Juan Sebastián Elcano, una gesta camino de su quinto centenario. Con ello, nuestros camaradas chilenos honran a los españoles que murieron en ese Puerto del Hambre para decir que España estuvo allí y, también, porque con ello heredan sin merma lo que nunca dejará de ser nuestro.

Otras muestras son actos alrededor de las expediciones al territorio Nuca en la costa del Pacifico donde se asentaron poblaciones españolas en el siglo XVIII y que se difuminaron con los lugareños en ese fenómeno tan español que es el mestizaje. Hoy se conservan nombres como Valdez o Cordova, que recuerda a la peninsular Córdoba, o el glaciar Malaespina en honor del líder de la expedición que España patrocinó con esa visión universal que el rey Carlos III tenía de que ser fuerte en la mar nos haría grande en el mundo.

De igual modo, en un picoteo por nuestra historia marítima encuentras las guerras chamorras que tan bien describe Francisco Ruiz Aldereguía en "Las islas lejanas", la expedición de Quirós a las islas Salomón y Vanuatu, el primer avistamiento de las Tierras Australes y tránsito por el estrecho entre Australia y Nueva Guinea de Váez de Torres, algo después se apuntó un inglés llamado Cook, el descubrimiento de las islas Marquesas, hoy parte de los territorios franceses de ultramar, y la isla de Guadalcanal, hoy asociada a un sangriento asalto anfibio de la Segunda Guerra Mundial, pero que debe su nombre a Pedro Ortega Valencia que la bautizó como el pueblo de la sierra norte de Sevilla donde nació y… un largo etcétera.

Cuando se navega por la mar, en lugar de por internet, y se visitan esos lugares, cobra vida España gracias a los lugareños que custodian la herencia dejada por los españoles porque también forma parte de su historia. Por eso, sin remontarse a la prehistoria, vale la pena repasar algunos de los libros de historia antiguos, de esos que se escribían para contar hechos en lugar de narrar de esos modernos cuentos imaginarios, para sentir como esos héroes anónimos gritan que España estuvo allí.

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