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Imagen. / Javier Alonso

Las asambleas parecen incorporarse al catálogo de los objetos y de las situaciones anacrónicas, si bien también cabría decir que participan de lo “vintage”, aunque quepan dudas sobre si han mejorado, o se han revalorizado, con el paso del tiempo. Hasta los espacios que acogían a los sindicatos parecen de otro tiempo, incluso cuando, como es el caso, se recupera su uso. Solo hay que comparar pretéritas celebraciones de los primeros de mayo con las de hogaño para comprobar los cambios que afectan a los concurrentes y al objeto que los reúne. Incluso antiguas acomodaciones o instrumentalizaciones, como el sindicalismo vertical o su carácter de correa de transmisión -metáfora de los vínculos políticos-, pueden ser cuestiones del pasado que se recrean hoy, a lo “vintage”, en una posmodernidad no poco reprochable en algunas de sus maneras. Cierto que el trabajo y sus agentes, los trabajadores -decir obreros hasta parece obsoleto-, se ven afectados por cambios que acompañan al desarrollo social, pero queda materia para el discurso y las reivindicaciones laborales, sin que convenga sustituirlas o desplazarlas por proclamas de otra naturaleza. De modo que se recupere esa antigua y genuina concurrencia de quienes conocían por sus manos, y sufrían, las faenas o los tajos. Trabajo “vintage”.

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