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Los efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor

  • Enfermedades. Los males a que están expuestos más inmediatamente los trabajadores son las congestiones y hemorragias cerebrales; las amaurosis y otras afecciones de los ojos

Los efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor

Los efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor

Rodríguez Carreño, Manuel: Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías. Almería, 1859.

(Transcripción: Pedro Ponce Molina)

Las enfermedades saturninas siempre han sido y serán el triste patrimonio de los que personalmente se ejerciten en la explotación de las minas plomíferas, y de los variados productos de este abundante y apreciado metal. La providencia en sus inescrutables arcanos, parece ha querido que los objetos de más valor o que habían de ser más codiciados del hombre, se alejen de su vista o le sea peligrosa su adquisición, ya ocultándoselos al través de las espesas capas de la tierra o bien interponiéndole esa masa inmensurable de aguas llamada Océano, con cuyos insuperables obstáculos ha tenido que luchar constantemente en el camino de sus investigaciones y adelantos. Y sin embargo, poseedor de un rayo de la inteligencia divina, prerrogativa sublime que solo a él entre todos los seres le fuera concedida, de ese principio activo y fecundo que además de relacionarlo con todo lo que le rodea, ensancha pasmosamente los límites de sus conocimientos hasta elevarlo a las más altas concepciones y hacerle acometer las empresas más atrevidas, se ve impulsado secretamente en su marcha progresiva y constante, y ni las muchas contrariedades con que a menudo tropieza, ni los serios peligros que ve enfrente de sí, bastan a detenerlo en su noble carrera que más decidido emprende y acelera a proporción que crecen dichos obstáculos, los cuales le sirven de ardoroso estímulo, avivan sus esfuerzos y dan fe a sus laudables proyectos.

Por eso el animoso Colón, sin más que su talento náutico y una endeble carabela, se lanza a desconocidos mares en busca de extrañas y presentidas naciones; el desgraciado Plinio se dirige al Vesubio para estudiar de cerca sus misteriosos y terribles sacudimientos; y el intrépido Rosiers asciende a las regiones del espacio en alas de un ligero globo, como si se propusiese arrancar a los astros el secreto de su movimiento y coordinación admirables. Y ni el triste fin del ilustre marino, víctima de la ingratitud más bárbara e injusta, ni la catástrofe del sabio físico, devorado por la candente lava del volcán, ni la segura senda que abriera a la muerte el ilustrado aeronauta francés, han arredrado al hombre para seguir los pasos de estos genios del saber humano, porque su razón le advierte de su augusto destino en la tierra y lo empuja fuertemente al engrandecimiento de su ser moral e intelectual, y al cumplimiento de su noble misión.

Estas reflexiones tienen una aplicación inmediata en cuanto a los azares que ofrecen y la constancia y ardor con que se emprenden, a los trabajos de la industria metalúrgica en toda su extensión si bien el móvil de que proceden es de distinta índole, pues en éstos no más domina que un interés material y perecedero, al paso que en las empresas que se han citado y otras de su importancia y consecuencias, los sentimientos más elevados y las aspiraciones más grandes les han servido de pábulo, y el nombre y hechos de sus autores no morirán nunca, porque son el legado de una posteridad celosa y los tiene escritos en sus eternas páginas la tradición y la historia.

El obrero minero de la sierra de Gádor, de esa inmensa mole metálica cuya prodigiosa abundancia rara vez ha dejado de apagar la sed de riquezas del especulador entendido y perseverante; el minero, repito, que en su abyecta condición no oye otra voz que la de sus necesidades físicas, la cual se afana en acallar, siquiera sea incompletamente, con el inseguro jornal que le producen sus penosas tareas; y cuya suerte sería tal vez menos deplorable sin el desconcierto que aquí reina en el sistema de laboreos y administración, se halla expuesto a mil penalidades y dolencias que han fijado siempre mi atención y sido objeto de mis observaciones y estudio. Apartado del hogar doméstico mientras su aptitud física le llama al desempeño de sus rudas ocupaciones, y sepultado meses enteros en las entrañas de la tierra o en la quemante atmósfera de los hornos; respirando continuamente un aire saturado de sustancias mefíticas que en su derredor se producen sin cesar; haciendo uso de alimentos mal preparados y de aguas alteradas; luchando constantemente con la diversidad de temperaturas que reina en las montañas y en el interior del planeta, y expuesto en fin a las causas traumáticas de los hundimientos, de las caídas y explosiones, se comprende la multitud de enfermedades que deben asaltarle, todas graves y amenazadoras, y la desventajosa suerte que ha cabido a esta honrada clase de operarios, que siempre arrancará de los hombres justos y generosos la compasión que ella demanda por su laboriosidad y sufrimientos. ¡Desgarradora escena aquella en que la esposa recibe al esposo, privado del brazo que alimentaba a sus hijos o la noticia de su desastrosa muerte, o ya le ve acercarse agobiado por atroces dolores del cólico de plomo, o bien en fin con la ansiedad más afanosa porque una pulmonía fulminante apaga su respiración! ¡Ya en esta infortunada familia, que poco ha gozaba de la felicidad que se percibe en la casa del sosegado y sencillo jornalero, han penetrado la desesperación y el llanto, y acaso le seguirán muy pronto los horrores de la miseria y el desamparo de la orfandad! ¿Y no merecen estos desgraciados todo el interés de una sociedad caritativa e ilustrada? Yo por mi parte jamás olvidaré los sagrados deberes que, como médico y como hombre a ellos me ligan, y creo que de ningún modo los cumpliré mejor que estudiando sus padecimientos detenidamente e instruyéndoles de lo que deban hacer para curarse de ellos o hacerlos más soportables, único objeto a que se dirige este escrito.

Los males pues a que están expuestos más inmediatamente los trabajadores de que hablo son: las congestiones y hemorragias cerebrales; las amaurosis instantáneas o lentas y otras afecciones de los ojos; las inflamaciones intensas del aparato respiratorio; las lesiones orgánicas del cerebro, hígado y bazo; las calenturas gastrotifoideas y todos los accidentes de la intoxicación saturnina. Hoy tan sólo me ocuparé de estos últimos, por ser la enfermedad más frecuente y sobre la que más adelantos ha hecho su terapéutica en el país, y son la inflamación y ulceración de las encías, el cólico, el reumatismo, la parálisis, la abolición del sentimiento y los ataques cerebrales.

1.Ulceración de las encías; escorbuto de los mineros. Esta enfermedad, que generalmente se descuida hasta que toma un carácter grave, acompaña muchas veces a las demás que produce el plomo, y otras se presenta aisladamente. Los sujetos en quienes se observa de este último modo, sienten una pérdida de fuerzas

notable, están desganados, experimentan malestar y su piel suele teñirse de un color amarillo terroso poco pronunciado. Su aliento es fétido, las encías aparecen duras e hinchadas, dan sangre si se las comprime y están doloridas especialmente hacia su borde libre, en cuyo sitio se observa una zona de color gris negruzco y por cima una ulceración más o menos profunda que puede extenderse a diferentes puntos de la boca, en la cual perciben los enfermos mal sabor, siéndoles molesta la masticación y el paso de las sustancias calientes y frías. Esta dolencia es demasiado común, y si ella no es ya la expresión anticipada de una intoxicación formal, las cosas no van adelante y su curación es pronta y sencilla.

2. Cólico de plomo, emplomamiento. Los trabajadores en quienes se manifiesta este mal, todavía más frecuente que el anterior han sentido ya muchas de las incomodidades que se han descrito. Otras veces su aparición es repentina, y en uno y otro caso se presenta con los síntomas siguientes: semblante triste que revela un grado de ansiedad notable, adopción de las posturas más extrañas sin fijarse mucho rato en ninguna, náuseas, eructos desagradables, dolores insufribles en la región umbilical, desde donde suelen extenderse a otros puntos que se exacerban y atenúan alternativamente, vientre meteorizado, estreñimiento rebelde, la orina se expele difícilmente, pueden presentarse algunas parálisis parciales, y el pulso es pequeño, blando y tardo, o alguna vez frecuente. En medio de estos sufrimientos suele venir un éxtasis en que la sensibilidad, rendida por el dolor, se embota y apaga, del cual despiertan los enfermos bruscamente y como heridos del rayo para volver a sentir de nuevo los tormentos que antes. Este padecimiento terrible y de pronóstico grave, es ya de fácil curación, la cual por término medio tiene efecto desde 6 a 12 horas.»

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