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Los efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor (2)

  • Curación. Después de repetidas observaciones hechas con 62 enfermos se pudo simplificar infinitamente el plan curativo de ellas, sin dejar por eso de asegurarse de su eficacia

Rodríguez Carreño, Manuel: Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías. Almería, 1859.

(Transcripción: Pedro Ponce Molina)

3. Reumatismo de los mineros, astralgia saturnina. Puede coincidir con los dos accidentes anteriores, y en tal caso presenta muchos de los síntomas que a ellos corresponden. Pero los exclusivos suyos son: cansancio al menor esfuerzo; enflaquecimiento; dolores como de tirantez o quemadura en la cabeza, cuello, dorso y todos sus miembros, interesando siempre secciones musculares aisladas y variables, y rara vez las articulaciones, sentimiento de contusión general, y si no hay complicación, pulso lento, blando y pequeño. La enfermedad presenta accesiones marcadas en las cuales hay además espasmos y rigideces de los músculos. Es también bastante común, de pronóstico favorable y de tratamiento corto si con el tiempo se acude.

4.Parálisis. Cuando el reumatismo es intenso, o no ha podido curarse en los primeros días, lo cual siempre es indicio de una intoxicación profunda, o tiene efecto ésta aunque no le haya precedido aquel, se verifica la imposibilidad del movimiento o su abolición completa. Invade más frecuentemente los músculos extensores de los miembros, paralizando la acción de éstos, ya parcialmente o bien en toda su extensión. Pero además de estas lesiones de la motilidad, pueden observarse las de otros músculos; y dar lugar al entorpecimiento de la lengua, la retención de orina y otros desórdenes. El pulso, como en todas las enfermedades plomizas, es débil y tardo. Esta dolencia es rara en el país; yo no la he observado más que cuatro veces aisladamente, y si su duración es larga sobrevienen la atrofia y una debilidad extremada que pueden concluir con el paciente.

5.Abolición del sentimiento, anestesia. Esta afección no es tan rara como la anterior. La he visto algunas veces en las manos y los pies. Si ataca a la piel, los enfermos dicen que la tienen como acorchada, no sienten las impresiones del calor y del frío a no ser que se exageren, no dan señales de percibirlo si se les pellizca, y está floja, baja de temperatura y descolorida. Otras veces afecta las funciones de la visión, y los ojos pueden impunemente contemplar los rayos solares sin resentirse de su acción lo cual he observado en dos enfermos, o ya las del oído produciendo ruidos molestos. Comúnmente se acompaña esta enfermedad de la parálisis del movimiento, y entonces agrava más el pronóstico.

6. Ataque cerebral; encefalopatía. Los desórdenes del centro perceptivo, fuera de los casos de ulceración de las encías, pueden presentarse en las demás enfermedades plúmbicas, y entonces no son tan graves como cuando se observan solos o independientes de ellas. Los enfermos ya están hundidos en el coma o bien tienen un delirio furioso periódico; su razón se halla alterada aun en los intervalos de éste, dan señales de una cefalalgia frontal violenta, tienen vértigos, se restregan los miembros como si tuviesen un prurito o picor vivo, exhalan quejidos y se conduelen si se les toca o cambia de postura, hay tialismo, vómitos biliosos oscuros, meteorismo, diarrea fétida o astricción, la emisión de orina es nula o en corta cantidad, y en fin un grave desorden inervativo que altera profundamente todas las funciones, ofreciendo el pulso caracteres variables, pero siempre con tendencia a la debilidad. Su duración es corta y la curación difícil o imposible.

Estos son los padecimientos a que da lugar la acción del plomo sobre los operarios que lo manejan, y de los que ex profeso he querido trazar sus diagnósticos respectivos, tales como los síntomas observados a la cabecera de los enfermos me los han dado a conocer; porque siendo mi objeto preferente ilustrar a estos trabajadores acerca de dichos males no debía omitir las referidas prescripciones, que no figurarían aquí si sólo hablara a los médicos.

Tratamiento. El método profiláctico o preservador de las enfermedades plúmbicas, es casi impracticable sino imposible, en los operarios de las minas. Lejos de sus casas y por lo común de todo paraje donde poder adquirir oportunamente los medios de defenderse contra el tósigo que sin cesar les amaga; envueltos en una atmósfera que sirve de vehículo a las emanaciones metálicas, y todo, en fin, alimentos, agua y aire más o menos cargados de partículas minerales, y además las influencias de localidad y temperatura, estación, etc., son causas a cuya acción directa no puede sustraerse el jornalero. Por otra parte estando incrustados en la índole de esta clase de operarios la intrepidez, el valor físico y el abandono de si propios, cualidades que proclaman su aptitud, única recomendación que puede alcanzarles cédula para el trabajo y que les ha valido el título de maestros en esta clase de industria por toda la Península, ellos rechazan instintivamente y por un sentimiento de amor propio sin duda mal entendido, las precauciones que debieran adoptar. La careta de cuero, el uso de las esponjas empapadas en limonada mineral para tenerlas entre dientes, la limpia de éstos a menudo con el polvo de carbón y azufre, el uso del tabaco, el de las aguas ligeramente cargadas de una corta dosis de hígado de azufre para bebida ordinaria, el asearse las manos antes de las comidas, el mudarse de ropas con frecuencia y los baños tibios, son medios de preservación demasiado sencillos que pudieran y deben practicarse. Además, todo el que se ocupa en el laboreo y preparación del plomo y sus productos debe ser muy cauto en el uso del mercurio y de las evacuaciones de sangre generales, y más todavía si está sufriendo o ha padecido recientemente algunas de las enfermedades saturninas. El primero produce tialismos horrorosos y ulceraciones extensas que pueden tomar un aspecto serio y originar la caída de los dientes, y las sangrías siempre agravan el mal, a no ser en los sujetos robustos en quienes domine francamente el elemento inflamatorio; lo cual sucede pocas veces, pues en esta clase de trabajadores existe siempre la anemia, como lo testifican la flacidez de sus carnes, su color pálido, la lentitud del pulso, la escasez de fibrina en la sangre y en fin el modo de obrar de las causas a que están expuestos. De ahí el que los agentes que tienden a descomponer los humores y los que directamente rebajan la energía vital, produzcan resultados adversos.

Método curativo. Después de repetidas observaciones hechas con 62 enfermos que de diferentes afecciones plomizas he asistido en este país, he podido simplificar infinitamente el plan curativo de ellas, sin dejar por eso de asegurarme de su eficacia. Era un deber de conciencia, tratándose de dolencias que siempre afligen al pobre, trabajar por descubrir un método que a su utilidad positiva reuniera la ventaja de no ser dispendioso. El del Hospital de la Caridad de París, los de MM. Ranque, Kapeler, Martín Salón, Sandrás y otros, excelentes por cierto, no satisfacían mi deseo bajo el aspecto como yo miraba la cuestión, por ser unos costosos y largos, y los otros molestos o inseguros. De todos ellos he tomado lo mejor que me ha parecido y adicionado lo que la experiencia me ha demostrado ser de una utilidad real; y he aquí por qué he modificado la preciosa poción purgante de dicho Hospital, que es sin duda la combinación medicamentosa más eficaz que se conoce, pero que en estos trabajadores no siempre se halla exenta de peligros, por la exagerada estimulación que produce en el sistema gastro-intestinal. Voy, pues, a consignar el método que yo empleo.»

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