Discriminación

Expulsada de un bar de Roquetas por acceder con un perro-guía

  • La Policía Local elaboró un atestado y la persona invidente asegura que se sintió “humillada” por el dueño del establecimiento

Isabel Ruiz y su perra-guía Lona, a las puertas del establecimiento.

Isabel Ruiz y su perra-guía Lona, a las puertas del establecimiento. / D. A.

La perra-guía Lona no es bienvenida en un conocido bar de Roquetas, o al menos no lo fue el pasado domingo 12 de julio, cuando el responsable del local obligó al animal, y por ende a su propietaria y a otros acompañantes, a que abandonaran el establecimiento, según explica a Diario de Almería Isabel Ruiz, invidente desde hace ocho años y usuaria de los imprescindibles servicios de Lona desde hace menos de dos meses. Isa, como la conocen sus amigos, es una joven madrileña que pasa durante estos días unas jornadas de vacaciones en Roquetas de Mar y que, asegura, este pasado fin de semana se sintió “humillada” por la actitud de este hostelero, lo que desembocó en la intervención de la Policía Local, una hoja de reclamaciones y el inicio de unos trámites legales que podrían desembocar en una sanción.

La perra son mis ojos, literalmente. Desde que la tengo me permite tener más autonomía e independencia que antes no tenía, y no depender de que alguien te ayude”, explica la afectada, quien perdió la visión hace ocho años a causa de una degeneración macular y que estos días pasa sus vacaciones en el pueblo de uno de sus mejores amigos, el roquetero David García, también invidente y testigo de lo sucedido el pasado fin de semana.

El hostelero argumentó, y así lo reflejó en la propia hoja de reclamaciones interpuesta, que “en el local está prohibida la entrada de animales por el Ayuntamiento de Roquetas”

“No es que no nos permitiera pasar al interior del local”, aseguran ambos, “es que este señor, de muy malas maneras, nos obligó a salir una vez que ya estábamos sentados porque decía que en su local no entran animales”, explican. Todo sucedió cuando estos amigos quisieron tomar algo en este establecimiento de la Avenida Juan Carlos I y se encontraron con todas las mesas de la terraza ocupadas. Decidieron entonces acceder al interior del local, que, aseguran, estaba prácticamente vacío. Así lo hicieron, pero por poco tiempo. Isabel intentó explicar al responsable del negocio, ante la exigencia de este de que salieran, que se trata de un perro-guía y que con él se puede acceder, con amparo legal, prácticamente a cualquier sitio. “Mostré la acreditación del perro e intenté explicar que soy ciega, y que necesito de sus servicios, pero fue inútil”, explica Isabel, quien resalta que el propietario les espetó que “en su local las normas las ponía él y nos teníamos que ir”. De igual modo, el hostelero argumentó, y así lo reflejó en la propia hoja de reclamaciones interpuesta, que “en el local está prohibida la entrada de animales por el Ayuntamiento de Roquetas”.

"Es muy incómodo salir a la calle y no saber si me van a dejar entrar a comprar a una tienda o tomar algo en un bar"

El hostelero argumenta en el documento de reclamación que les ofreció una mesa en la terraza, si bien tanto Isa como David sostienen que “nos ofreció ponernos alejados del resto de la gente, como si fuéramos unos apestados”. Los afectados lo que hicieron fue llamar a la Policía Local, que, según cuentan “vinieron rápidamente y nos trataron muy bien, fueron muy diligentes y comprensivos, y no como esta persona, que nos trató de mala manera, con agresividad verbal”.

La experiencia de Isabel en Roquetas no está siendo buena, alude. De hecho, “no creo que vuelva a venir de vacaciones, porque es muy incómodo salir a la calle y no saber si me van a dejar entrar a comprar a una tienda o tomar algo en un bar”. Según cuenta, “lo que me ha pasado estos días no me ha sucedido en Madrid, donde creo que el tema del perro-guía y de los invidentes está como más normalizado; la verdad es que no sé qué pasa en Roquetas, si es que no hay ciegos con perros-guía o qué, pero existe un escandaloso desconocimiento de la ley”. Al día siguiente del hecho, de hecho, le sucedió algo similar en una tienda de comida a la que le indicaron que no podía acceder con el perro, “pero es que no voy a estar todo el tiempo de mis vacaciones llamando a la Policía o siendo una carga para mis amigos”, lamenta. En otros restaurantes o bares, en cambio, no ha tenido problemas, aunque, cuenta, “me reconocen los camareros que no conocen la ley”.

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