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Cuando un león juega con su presa

  • El planteamiento y la intensidad de la Ponferradina se meriendan a un Almería que deja una paupérrima impresión

  • Los de Rubi son incapaces de gobernar un partido cuando el rival les presiona la salida del balón

El ambiente de El Toralín y la Ponfe se merendaron a los de Rubi.

El ambiente de El Toralín y la Ponfe se merendaron a los de Rubi. / LaLiga

No hay mejor estadio para aclimatarse a la Segunda División que El Toralín. Graderío cercano al terreno de juego, presión ambiental, un rival extramotivado, sensación de agobio y en punta, el catedrático de la categoría, el primo de un exrojiblanco que también llevaba el gol en la sangre, el Hijo Predilecto del Bierzo que sin motivación histórica conocida, le tiene especial ganas al Almería: Yuri.

Aquí se estrenaba Babic. El once tipo de Rubi en estas primeras jornadas, con la vuelta de Robertone y la primera presencia del serbio como titular. Una prueba de fuego para el técnico indálico, una visita al dentista para la gran mayoría. Era tarde para apretar los dientes y no mostrar la candidez defensiva habitual. Sólo así se podía seguir la estela del líder Sporting y se podía recuperar una segunda plaza que le había arrebatado al Almería el Tenerife cuando echó a rodar el balón en tierras bercianas.

No habían pasado ni 5 minutos y todas las cualidades expuestas anteriormente se conjugaron en un balón dividido entre Ojeda y Babic, que se llevó el delantero local. Al central almeriense se le nota demasiado justo físicamente, sin ese plus de velocidad y fuerza que ahora sólo tienen los que han hecho la pretemporada, y su primer error significó un mano a mano en el que Fernando, quién si no, sacaba precisamente eso, una mano milagrosa.

Eran los minutos en los que tocaba sufrir, los posteriores a un fallo siempre transmiten inseguridad y la Ponfe olió el miedo. En su primera aparición a la espalda de Babic, Yuri introdujo el balón en las mallas de Fernando, pero partía en fuera de juego. Pese a estar anulada la jugada desde el inicio, al serbio se le vio sufrir corriendo para atrás. Un central corpulento en una defensa adelantada es un riesgo que el Almería va a querer correr.

Fue una gozada ver al rival. Envidia sana de conjunto humilde, con muchas más facultades que el Almería

No era el partido que había previsto Rubi, no le duraba el balón ni un segundo y confiar en que la defensa lo repeliera todo, era una utopía. Había que asomar la pata a ver si su rival se asustaba. Ramazani, el único al que se le veía capaz, lo intentó con un zapatazo que se estrelló en el larguero, pero fue un oasis en medio de una primera parte dominada de cabo a rabo por los albiazules.

Al equipo le estaba fallando el centro del campo. Robertone y Samú estaban desbordados. Bien presionados, la distancia la siguiente línea era demasiado amplia y apenas le llegaban balones a Curro para distribuir. Así, los de Bolo recuperaban con facilidad y las pocas veces que el Almería era capaz de romper esa línea de presión, eran jugadas aisladas que no acumulaban gente para el remate en las cercanías del área de Amir. Muy poco, muy muy poco en esta primera parte. Menos si cabe que en los dos últimos años que acabaron con derrota.

No hubo atisbos de cambio al arrancar la segunda parte. La única noticia positiva fue que Arcediano Monescillo, tras consultar el VAR, anuló un gol legal a la Ponferradina. Adot entró al área rojiblanca como Pedro por su casa, profundizó todo lo que quiso y más, y su centro se envenenó tras tocar en Babic. El gol era legal en directo y no debía de haberse anulado bajo ninguna circunstancia. Ni VAR, ni microscopio, ni el telescopio de Calar Alto justificaba que la punta adelantada de la bota de Yuri diera algo de desventaja a la defensa almeriense. Es cierto que la temporada pasada el Almería estuvo muy perjudicado por los árbitros y este diario lo criticó, pero en esta ocasión el VAR echó una mano para evitar caer al precipicio.

En cuanto un rival le juega sin complejos, el Almería se muestra como un equipo plano, sin calidad

Pero el Almería no espabilaba. Seguía caminando por el alambre, jugando con fuego y cada vez parecía más cerca de quemarse. La Ponferradina había encendido la hoguera y los rojiblancos cayeron en ella a los 69’, con un gran disparo de Adot a la escuadra. No habían caído antes por Fernando, pero el trallazo del lateral local hacía justicia a los méritos de unos y otros.

Quedaban veinte más seis de prolongación. Y si Arcediano Monescillo hubiera dado una hora más, más colores le habrían sacado a los almerienses. En años anteriores, la leyenda de Yuri o El Toralín se puede comprar, ayer hubo un equipo que tenía el hambre voraz de un león y otro que fue un bisoño cervatillo correteando por un campo plagado de depredadores. No fue un tropiezo sin más, es un problema estructural de un Almería estéril en cuanto le presionan arriba. Y va a estar presente todo el año.

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