Viticultura

La mejor vestida: un vino almeriense se lleva el galardón a la botella con mejor etiqueta

Carlos Fernández posa con una de sus botellas. Carlos Fernández posa con una de sus botellas.

Carlos Fernández posa con una de sus botellas. / Carlos Javier Lillo

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Carlos Javier Lillo · Pablo Laynez

No todos días aparece por la redacción del periódico una persona cargada con botellas de vino. Su presencia, claro está, despierta la curiosidad de todos los presentes pero es este periodista el que puede acercarse a uno de esos ejemplares.

Viene con tres botellas bajo el brazo, orgulloso, Carlos Fernández, dueño de la bodega Lauricius. Rapidamente muestra una de ellas. Quiere que todo el mundo se fije en su etiqueta, merecedora de ser “la mejor vestida”, según los premios Mezquita, celebrados a principios del verano. “Es el homenaje que siempre he querido”, cuenta orgulloso. No por él sino por el autor merecedor de tal homenaje, el pintor Luis Cañadas Fernández.

Hablar de Cañadas Fernández es hablar de la historia de Almería. Fue uno de los referentes del movimiento indáliano. El arte se coló en él temprano, a la prematura edad de once años, cuando comenzó a estudiar tan noble dedicación. Su maestra fue Celia Viñas y trabajó mano a mano con Jesús de Perceval y el fotógrafo Carlos Pérez Siquier. Palabras mayores. Un experto en vinos y otro en pintura, dos amantes del arte, en definitiva, que se hicieron amigos gracias a la botella.

Estudiando cómo vestir a su vino, Fernández analizó mosaicos pero ninguno terminaba de convencerle. Llegó al de Cañadas Fernández y ya no necesitó mirar más. Lo tenía claro. Ahí empezó otra batalla. La legal. Toda obra de arte tiene, también, unos derechos de autor que es obligatorio cuidar. “Yo llamé a la Diputación de Almería pero inicialmente me negaron el permiso”, recuerda, Ahí temió que ese mosaico ya nunca vistiera su botella de vino. “Luis Cañadas se enteró por otras personas y me llamó para darmelo”, añade con gran orgullo.

Fue tal la felicidad que colmó a este bodeguero almeriense que colgó el permiso expedido por el pintor en una de las paredes. Ahí sigue, viendo el paso del tiempo botella a botella. Ahí empezó una relación de cariño y amistad hasta que el pintor falleció. Hoy la relación se extiende también a su hija, a la que envía una caja de vino cada año en fechas navideñas, un detalle que es muy agradecido por ella.

Es lógico. Cañadas fue el primer fan que tuvo Lauricius en su historia. “La primera caja de vino se la mandé a él”, rememora con una sonrisa en la cara. Cuando lo probó, Cañadas le llamó y, con una pausa dramática en medio, le dio su veredicto. “Me dijo que mi vino no estaba muy bueno, que era arte en la copa”, aseguró el pintor. Desde entonces, esa frase acompaña su mosaico en las botellas que Lauricius vende, cada año más, desde Almería.

Lauricius llega a la redacción del ‘Diario de Almería’ después de un año sensacional en los grandes certamenes internacionales, por los que se ha paseado con maestría y grandeza. Su botella ya viste, junto al mosaico de Cañadas Fernández, el gran oro internacional conseguido hace solo unos meses. “A más de eso ya no puedo aspirar”, resume Fernández.

Un triunfo que continuó en España, en los premios Mezquita, con una botella que ha conseguido un oro en el certamen celebrado hace solo unos meses. “Y se quedó a medio punto del gran oro”, explica Fernández. Un reconocimiento que, en principio, llegó solo. “El presidente de los premios estaba ingresado y no había decidido cuál era la botella mejor vestida, por lo que me volví sin el premio”, explica.

El galardón le llegó hace unos días, en forma de llamada telefónica, y por sorpresa. “Siempre me ha gustado presentarme a premios, te dan un empujón para crecer”, asegura. Un empujón que ha notado en las ventas. “Hubo un gran boom”, celebra, aunque las ventas ya han vuelto a unos resultados que, de por sí, son especialmente buenos. Por la mejor vestida ya no recibirá ningún galardón aunque se queda para él la satisfacción del premio a su amigo y el homenaje logrado para uno de los grandes referentes que tiene el arte almeriense.

La etiqueta es fundamental para decidir, a simple vista, qué vino se compra. “Todos bebemos por los ojos”, asegura el bodeguero. Del mosaico de Cañadas Fernández ya no se desprenderá nunca. “Esta etiqueta va a seguir conmigo para toda la vida”, promete, en lo que se podría definir como una sabia decisión. El vino es para Carlos Fernández su vida. “Siempre que salgo fuera es lo primero que pido en un restaurante”, explica con decisión. Una razón que le lleva a poner la nota amarga de la entrevista, la única, para pedir más reconocimiento a las autoridades.

“La Diputación nos prometió hacer unas pizarras con los productos de ‘Sabores Almería’ para los bares pero nunca llegaron”, asegura, quien expresa que solo hay algunas en los negocios hosteleros de la provincia pero por propia iniciativa de los hosteleros. Lo fundamental es que el vino aparezca en la carta porque si no “no se pide”, según defiende el bodeguero, que tiene en su haber un negocio que tiene grandes ventas. “Siempre se venden todos los vinos”, celebra.

Un experto en vinos y otro en pintura, dos amantes del arte, en definitiva, que se hicieron amigos gracias a la botella. Estudiando cómo vestir a su vino, Fernández analizó mosaicos pero ninguno terminaba de convencerle. Llegó al de Cañadas Fernández y ya no necesitó mirar más. Lo tenía claro. Ahí empezó otra batalla. La legal. Toda obra de arte tiene, también, unos derechos de autor que es obligatorio cuidar. “Yo llamé a la Diputación de Almería pero inicialmente me negaron el permiso”, recuerda. Ahí temió que ese mosaico ya nunca vistiera su botella de vino. “Luis Cañadas se enteró por otras personas y me llamó para darmelo”, añade con gran orgullo.

Fue tal la felicidad que colmó a este bodeguero almeriense que colgó el permiso expedido por el pintor en una de las paredes. Ahí sigue, viendo el paso del tiempo botella a botella. Ahí empezó una relación de cariño y amistad hasta que el pintor falleció. Hoy la relación se extiende también a su hija, a la que envía una caja de vino cada año en fechas navideñas, un detalle que es muy agradecido por ella.

Es lógico. Cañadas fue el primer fan que tuvo Lauricius en su historia. “La primera caja de vino se la mandé a él”, rememora con una sonrisa en la cara. Lauricius encara la nueva campaña con buenas previsiones, con un vino que lleva a Almería por bandera. “Hasta la gente de Barcelona me ha pedido vinos”, reconoce con orgullo un Fernández que se muestra feliz por la acogida que tienen los vinos, en especial tras unos premios que le abren puertas

Botellas de vino en el interior de las Bodegas Lauricius. Botellas de vino en el interior de las Bodegas Lauricius.

Botellas de vino en el interior de las Bodegas Lauricius.

Vendimia fructífera: 5.000 litros de tinto y 1.500 de blanco

Hace pocos días que Carlos Fernández terminó de recoger las uvas de sus viñedos. Aunque al final el resultado va a ser bueno, puesto que la materia prima es excepcional y el productor es un maestro, lo cierto es que el verano ha sido complicado, por el gran calor que ha afectado principalmente a las uvas de blanco.

“Hay quien dice que el calor es muy bueno para el vino, pero yo no me lo creo. Para esta campaña, confío más en el tinto porque entre la vendimia de ambos, cayeron 50 litros de agua bendita, que hacían muchísima falta”, y que terminaron de darle el punto que necesitaba la uva del vino tinto. “Está perfecta. Pienso que puede ser un año excepcional en cosecha del tinto. El blanco, por contra, casi como todos los años, seco, con muchos grados. Ya veremos cómo sale. Una cosa es lo que se mete en los bidones de acero inoxidable y otra cosa es lo que sale. Se puede filosofar mucho, pero hasta que no salen por las cubas, no sabes cómo está el vino”, reconoce el productor de Abrucena que ha sumado otro premio más gracias a la obra maestra de Luis Cañadas que decora las botellas.

Todavía en pleno proceso de elaboración, Carlos ya lo ha catado para ver cómo marchaba la cosa. Aunque a él no le gusta lanzar las campanas al vuelo, está satisfecho con la primera impresión y ve visos de unos caldos que van a volver a ser de los más destacados del territorio nacional. “Ahora mismo el vino blanco está sucio, sabe a tierrecilla. En el blanco es importante que no tenga nada de pardo, que sea un amarillo verdoso. Cuando ya esté limpio el vino, lo cogemos en una copa y en la herradura que se forma al lado del que lo está catando, se ven realmente los colores, la limpieza de un blanco. El aroma, eso sí, es espectacular”, asegura el viticultor que está deseando probar el tinto, pero todavía no ha tenido ocasión. Su instinto, eso sí, le hace ser muy optimista.

Con la vendimia ya acabada, la producción va a ser alta y buena. A pesar de que no llovió cuando tenía que hacerlo y sí lo ha hecho cuando no debía, Carlos va a produccir en torno a unos seis mil litros de vino, entre blanco y tinto. Éstos, ya fermentan en el interior de las Bodegas Lauricius.

“Las últimas lluvias me han reventado muchísimas uvas, me quedaban por coger unos 2.000 kilos. Ahora mismo he hecho dos depósitos de 2.500 litros de tinto y uno de 1.500 de blanco. Son muchas botellas”, indica un Carlos al que le gusta ser certero y no pretende engañar con un número elevado: “Decir que voy a tener miles de botellas es engañar. La gente lo hace, pero en Bodegas Lauricius somos humildes y con esa humildad elaboramos un gran vino”.

Y además de beber un gran vino, sus clientes disfrutan con una imagen histórica, la de La Mojaquera de Luis Cañadas, que ilustra sus botellas y le da el bello toque necesario para que servirse una copa se convierta en un auténtico placer: “La gente come y bebe por la vista, una buena botella de vino tiene que entrarle al cliente por la vista”, finaliza Carlos Fernández.

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