Almería

Arquitecto Ubaldo Gómiz. De Pampanico a El Algarrobico

  • El arquitecto, conocido por el hotel El Algarrobico, que tanta polémica ha suscitado en estos años por su construcción en el parque natural 

Arquitecto Ubaldo Gómiz. De Pampanico a El Algarrobico

Arquitecto Ubaldo Gómiz. De Pampanico a El Algarrobico / José Luis Ruz Márquez

Retrato de Ubaldo Gómiz Retrato de Ubaldo Gómiz

Retrato de Ubaldo Gómiz / José Luis Ruz Márquez

A libro de viajes suena el título de este artículo narrador del periplo vital de Ubaldo, así a secas que ya me dirán para qué necesita un nombre como este  apellido alguno… y se rió cuando se lo dije lo mismo que cuando le comenté que las cosas sin importancia, como el dodecaedro, tienen un solo nombre, mientras las importantes muchos y ejemplos le puse de sexo, dinero y otros apetitos, y pensé en las muchas formas en las que yo había oído nombrarle: Ubaldo, Obaldo, Gualdo, Valdo, Ualdo, Osvaldo… y por su importancia: viajero, pintor, cantaor, guitarrista, arquitecto, paranormal, que de todo es este hombre tan plurinominal, que desde 1953 es más de Almería que la Puerta de Purchena.

 

Era deportista destacado en su juventud, en equipo y en soledad… y atleta, saltó longitudes, dio triples saltos, corrió cien y doscientos metros… todo por aquello de a través del "corpore" asegurarse la "mens sana…"  y ser aplicado estudiante de instituto con la mira puesta en la Arquitectura.

 

Aún hoy se recrea con los trabajos de equipo impuestos por el profesor Donaire, de Composición: plantas, alzados, dibujo de los azulejos de las corralas de Sevilla y su Triana; un oasis en la dureza de los estudios… Y como de todo quiere Dios y nuestro artista no puede pasar por donde lo venden, pronto se lió en las zarzas de la música, la tuna, el cante y la guitarra. Grandioso en todo, entre libro y libro, entre col y col, no puso Ubaldo lechuga, sino Sevilla. Y se le nota. La Sevilla fina y sana la que no se autolesiona con quillos y ronchas. Biennacido, gloria le he oído hablar de ella aún en territorio hostil y eso le hace ganar mucho a mis ojos parciales.

 

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Caricatura / Ubaldo Gómiz

De niño vivió allá donde se andaluza la tierra de Badajoz, en Fregenal, en cuyas minas ejerció su padre de facultativo. Yo creo que desde aquella cercanía le atrajo la Andalucía extrema. Aún le recuerdo muy joven a la puerta de la casa de sus suegros, frente a la de los míos, junto a los Franciscanos, con su Lola Miralles inseparable -yo creo que nacieron casados- y una cohorte de amigos que sonaban las bocinas, en sacarrabias anunciador del viaje al El Rocío.

 

Titulado en 1980, levantó un grupo de casas en un barrio que desde El Ejido es puerta de la Alpujarra, llamado Pampanico en un diminutivo que solo ahora veo premonitorio. Fue aquel su primer milagro de convertir líneas en realidades. El arquitecto tiene un contacto obligado con el dibujo pues sí importante es la tridimensión para el pintor y el escultor, vital es para el arquitecto que la hace tangible y casa, celestino, la utilidad con la belleza… Pero éramos pocos y parió Ubaldo "La cuarta dimensión", una teoría en la que no me deja entrar la falta de espacio.

 

Habla y escucha y lo hace con la seriedad y la broma del actor y como tal te interpreta chistes buenos para reírse contigo y te regala música y, mago Hamelín, te lleva con Alfonsina al fondo del Mar o al cielo azul turquí del pájaro Chogüí, o te introduce en la taberna con Paco Toronjo, por fandango, borrachito impenitente "porque le gusta el beber, / porque lo tiene que hacer / y porque no tiene otro ambiente"... cuando no te suma al coro de la sevillana verde clara como la manzanilla que la anima. Que Ubaldo canta bien hasta con pólipos, y no digo nada cuando su guitarra se abraza a la armónica de Antonio Campos y juntas pueden con todo, hasta con las voces de Carlos Junquera o la mía.

 

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Caricatura / Ubaldo Gómiz

Igual que da arte lo recibe. Socio de la peña El Taranto; siempre que puede acude a los eventos flamencos como el celebrado en una carpa de Festivales de España montada en dónde hoy está el Auditorio y en el que cantó El Agujeta, uno de los tres ases de la seguiriya; cuando se lo trajo para el centro tan orgulloso estaba que convirtió el asiento copilotero de su Renault-5 en todo un santuario. Con la misma satisfacción que cuando tocando para María Soleá la del Terremoto de Jerez la oyó decir: "Este niño conoce el compás".

 

Los cuadros que le vi al óleo en su casa de Aguamarga, eran mujeres de curvas sensuales y contundentes, que chocan con sus dibujos de líneas precisas que, disfrazados de broma, son retratos con alma: Pepe Gómiz, su padre, José María Artero, su profesor, o yo, su amigo, que aquí aparecemos los tres ilustrando este texto junto con el dibujo que le hice del natural en 1991.

 

La arquitectura de su devoción es la de su mayor disgusto. Es cosa de proporción.  No se puede hablar de la prole sin citar al hijo herido y abandonado: el hotel de El Algarrobico; por eso saca el tema y se carga de razones, defiende su legalidad y se pregunta que si para acabar así fue necesario dejar que cuajara tanto la criatura… y yo le entiendo, que no pinta el artista para que le quemen el cuadro. A la vehemencia de los primeros tiempos le ha sucedido una resignación dolida en la que le acompañamos cuantos le queremos.

 

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Caricatura / Ubaldo Gómiz

Con cariño habla de los cubanos, "que nos quieren mucho más que nosotros a ellos"… narra sus viajes y te anima a dar el salto, pero no soy yo de vuelos largos, y menos altos, colgado de un hilo sobre la inmensidad…  me temo que jamás iré a La Habana a no ser que en mi próxima reencarnación venga al mundo en Varadero. En su próxima estancia formará Ubaldo rondalla a la que llamará La nueva tuna cubana y con sus buenos músicos no echará en falta el tin-tin-ton de mi triángulo, el único instrumento que no se me ha resistido, por simple.

 

Admirable en todo, nunca deja de sorprender: desde lo bien que le sientan los churros a lo adicto que es al arroz, tanto que hasta receta tiene: ¿A la cubana? No. Su arroz ubaldo, mano de santo, alivio de arrocero desesperado. Con amigos hasta en la profesión, sólo se le conoce un enemigo: un ser híbrido de tarasca y lagarta que, sin saberlo, pone de los nervios a Ubaldo: la terrible fiera salamanquesa pentasilábica, tan cagona ella que capaz es de perder el rabo de un susto... Es la errata simpática y hasta tierna que hace perfecto el "libro" de viaje De Pampanico a El Algarrobico.

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