Almería

Convento de Las Adoratrices (I)

  • El próximo domingo día 12 en la Catedral clausuran "Cien años de presencia en Almería (1910-2010") de las RR. MM. Adoratrices. Aunque para habitar su convento del Quemadero debieron esperar a 1918

ADEMÁS de reconocido historiador, Tapia Garrido vivió a escasos trescientos metros del Quemadero. Dada la vecindad y su interés por todo lo relacionado con la Almería del pasado, conoció sus orígenes y la leyenda tejida sobre las supuestas prácticas tremebundas que tuvieron cabida en su plaza. Razón de sobra tenía cuando negó con rotundidad que la Inquisición levantara allí cadalsos y piras de fuego con las que quemar a los relapsos y condenados a la hoguera por el Santo Oficio. Los reos eran trasladados al Tribunal de Granada para su ejecución. En Almería tenía una delegación o "sucursal" provincial con sede en la calle Velázquez -frente a la puerta de los Perdones de la Catedral-, en los bajos del edificio donde hoy abre la Librería Pastoral y, muy probablemente, un pequeño calabozo aledaño a la parroquial de Santiago. Sí es cierto en cambio que el último Inquisidor Mayor, Campillo Mier, fue obispo de Almería; el mismo que al primer terremoto de los varios que se sucedieron durante 1804 abandonó despavorido la capitalidad de la Diócesis con rumbo a los Vélez y Mojácar, donde permaneció hasta 1814 en que las tropas francesas se retiraron de la ciudad ocupada.

Quemadero

En este paraje lo único que quemaron -que no es poco- fueron los colchones, mantas, somieres, ropa y enseres domésticos que estuvieron en contacto con enfermos contagiados de las mil y una epidemia (peste, tercianas, cólera morbo) padecidas por nuestros antepasados en el siglo XIX y XX. Con estos últimos se cebó a (mala)conciencia una mortífera ola de gripe en 1918. Sensu contrario, el Quemadero sirvió de gran "patio de vecinos" de todo el Distrito 5º; lugar de juegos de niños y eternos desafíos futbolísticos entre zangolotinos del barrio (léase Juan Antº Román "Bejerano" y El Abuelico) y alumnos del cercano colegio del Ave María. Palenque en que estos émulos de Messi y Xavi se retaban a rajar cañaduzes mientras los padres familia degustaban un chatico con tapa en El Observatorio de Juan Montoya. Formando eje con el Paseo de la Caridad, Hoyo de los Coheteros y de Las Tres Marías, el Quemadero fue punto y aparte en las velás de la Cruz de Mayo o cuando sus murgas, con El Cotasa y María la Rata a la cabeza, bajaban a la Puerta de Purchena los días de Carnaval… para acabar con sus huesos en el calabozo Municipal por desacato a la autoridad y/o cantar coplillas satíricas subidas de tono. Todo eso y más distinguieron al Quemadero hasta que en 1961 los Sindicatos verticales construyeron el grupo de casas baratas "Fructuoso Pérez" y, seguidamente, un modesto mercadillo de obra, perdiendo con tales parches urbanísticos su condición de plaza mayor y doméstica. Plaza y barrio disfrutaron de, como mínimo, cuatro ilustres vecinos: los precitados José Ángel Tapia, colegio del Ave María del padre Manjón; Gerundino Fernández, genial guitarrero cuyo busto (2008) preside la rotonda encarada a la calle Restoy que lleva a la plaza de toros, y la Institución religiosa que hoy nos ocupa: convento, residencia y colegio de Las Adoratrices, desde que alzó sus muros al pie del Cerro, aprisionado por un dédalo de callejuelas: Gran Capitán, Federico de Castro, Cádiz, Lyón…

Fundadora

María Micaela del Santísimo Sacramento en Religión y María Desmaisiéres y López de Dicastillo en la vida civil, vino al mundo en Madrid la fría mañana del 1º de enero de 1809, fechas en las que el Ejército francés de Napoleón se enseñoreaba de la capital del Reino. Nació en una "alta cuna" de la nobleza decimonónica -hija de Miguel, conde de la Vega del Pozo, y de Bernarda, marquesa de los Llanos de Alguazas; ella misma era vizcondesa de Jorbalán por dinastía- y abandonó este mundo el 24 de agosto de 1865 en una humilde celda del convento-matriz que la Orden tenía en Valencia, víctima, entre graves quebrantos, de la epidemia de cólera allí declarada y a la que acudió en ayuda de sus hermanas adoratrices.

La niña criada entre comodidades y lujo recibió una esmerada educación en la casa paterna, completada en un colegio de señoritas de Pau (Francia). A la muerte de sus progenitores, de los que heredó una considerable fortuna, recibió atenciones y deferencias de la aristocracia matritense, además del galanteo amoroso de numerosos pretendientes, incluido un fugaz noviazgo con el marqués de Villadarias. Viajó por Europa junto a su hermano, agregado a las Embajadas de París y Bruselas, y regresó a Madrid. Un ajetreo cortesano con todos los ingredientes de una novela costumbrista decimonónica (de hecho existe una biografía en este sentido obra de María Teresa Álvarez). Ella misma confesaba que su encuentro con el sacerdote Carasa (jesuita, como en el caso de la fundadora de las Hijas de Jesús) resultó providencial para su futuro religioso. Esa amistad y la visita a la sala de mujeres aquejadas de venéreas del Hospital de San Juan de Dios impulsaron decididamente su vocación en favor de las jóvenes inmersas en la prostitución más sórdida y miserable.

Trabajo le costó que le permitiesen abrir un Casa de Desamparadas a sus expensas; refrendada finalmente por la propia reina Isabel II quien a mediados el siglo XIX le dio permiso a la Madre Sacramento para "establecer dentro y fuera de la Corte casas-colegios en las que recoger y educar a jóvenes extraviadas por el vicio que deseen volver al camino de la virtud". Albergue que abrió sus puertas el 21 de abril de 1845 a decenas de enfermas, desesperanzadas y acosadas por chulos y rufianes de la época a imagen de los actuales proxenetas. Tras la espera, el 3 de febrero de 1856 el arzobispo de Toledo autorizó oficialmente la constitución en España de la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad; cumpliéndose desde entonces 154 años de presencia casi ininterrumpida en España -menos intensa ahora dada la merma de vocaciones eclesiales- y una centuria completa de actividad en nuestra ciudad. Tal y como recogen sus principios fundacionales, el Instituto de vida femenina consagrada "responde a una necesidad urgente de su tiempo: liberar y promocionar a la mujer oprimida por la prostitución". Esta filosofía ha llegado hasta nuestros días, alternando su dedicación primera con la labor educativa y de formación profesional reglada. Las monjas -en régimen abierto- se rigen por los votos simples de pobreza, castidad y obediencia; temporales y perpetuos tras una etapa inicial de cinco años.

Su área de influencia superó la propia geografía madrileña hasta implantarse en 106 casas de acogida repartidas por toda España y en países como Italia, Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela, Japón, Colombia, Marruecos, Portugal, India, Inglaterra, Francia, República Dominicana, Ecuador, Perú y Camboya. Con el nombre completo de María Micaela del Santísimo Sacramento la fundadora, María Desmaisiéres fue canonizada por el papa Pío XI en marzo de 1934. Mañana domingo abordaremos su llegada a Almería, arquitectura conventual, vicisitudes y situación actual.

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