Crónicas desde la ciudad

La Inmaculada en automóvil

  • En un episodio totalmente desconocido, la Inmaculada de Las Puras se salvó del robo o destrucción en la guerra tras ser ocultada -junto a la Virgen del Mar- en un domicilio particular

La Inmaculada en automóvil

La Inmaculada en automóvil

Con el distanciamiento propio de quienes somos ajenos al tema, he seguido por la prensa el rocambolesco proceso del traslado sí, traslado no, de la Virgen del Mar desde su secular hábitat en la iglesia conventual de la Orden Dominica a la seo catedral, colofón a los actos litúrgicos en su honor. Y cierta curiosidad, no en vano forma parte del imaginario tradicional de parte de los almerienses y dado el valor patrimonial de la talla mariana en un año doblemente singular: el de la letal pandemia covídica y el del 500º aniversario de la fundación de su Hermandad. Por lo que me comentan expertos en la materia, todo parece obedecer a la imposición “caprichosa” de un obispo en vísperas de su finiquito por jubilación, no exenta al parecer de ciertas opacidades en el terreno de las finanzas. 

El reciente chiste de Moreno en Diario de Almería -tan certero como siempre en el análisis- me hizo recordar al prelado llegado desde el frío mesetario, en plan Mortadelo ejerciendo de policía-encubridor. Hasta donde llego, tampoco su artículo de opinión días atrás en este periódico ofrece argumentos sólidos que justifiquen el extemporáneo traslado, aún cuando fuese con total garantía respecto a la integridad de la imagen. En cualquier caso, doctores tiene la Iglesia. El lance me retrotrae a la historia escrita (25 capítulos periodísticos) con motivo del 500º aniversario en la ciudad de las monjas habitantes del Real Convento de la Inmaculada Concepción, erigido por decisión de Teresa Enríquez, viuda que fue de Gutierre de Cárdenas, capitán al servicio de los monarcas castellanos cuando la toma de Almería a manos del rey musulmán El Zagal. Dicha dama era íntima amiga de Beatriz de Silva, fundadora de las concepcionistas franciscanas en el siglo XVI. 

Talla mariana

El interés por tal advocación se extiende entre la población creyente provincial: capillas, cofradías, y patronazgo local, casos de Escúllar (Las tres Villas) y Alhama, quien comparte titularidad con San Nicolás de Bari. La imagen alhameña, inspirada en Alonso Cano y esculpida por el sevillano Castillo Lastrucci, fue adquirida por la parroquia tras una colecta entre los vecinos, procesionando desde 1955. La magnífica escultura en madera noble de la Inmaculada Concepción titular de Las Puras, de las llamadas de “bulto”, es de las más valoradas (y escasas) muestras del barroco almeriense. Motivo recurrente en la iconografía andaluza, preside el altar mayor de la recoleta iglesia conventual como su joya más preciada. No obstante, su autoría es incierta. Mª del Mar Nicolás (Almería Barroca, IEA, 2008), tras deplorar que haya sido atribuida a Alonso Cano, prosigue: “Pese a lo difícil que resulta atribuir estos tipos de imágenes inmaculistas, se podría aventurar una cronología para la Inmaculada de Las Puras muy al final del último cuarto del siglo XVII o principios del XVIII, relacionándola con una producción del taller o escuela de José de Mora (1642-1724) o de la de otro escultor granadino contemporáneo”. Tal hipótesis difiere igualmente de diferentes textos que aseguran –sin aportar documentos fehacientes- que fue comprada por la Comunidad en diciembre de 1641, sin indicar a quién

Ocultamiento de dos vírgenes

 Una hábil argucia evitó la destrucción o robo de la Virgen del Mar en las jornadas aciagas del verano de 1936: acción versus reacción frentepopulista ante el levantamiento rebelde de un grupo de militares auxiliados por personal civil en contra de la legalidad republicana. Según Joaquín Delgado OP (“Santa María del Mar”, 1963), los dominicos encargaron a Francisco Álvarez y a un hijo suyo una réplica de la Patrona a la que policromó fray Juan de Aguilar. Dado el “cambiazo”, y con las precauciones debidas, la noche del 17 de julio fue trasladada envuelta en alfombras desde su camarín y depositada en el domicilio del magistrado José Pérez Gallardo y de su hermana Angustias, sito en la propia plaza de Santo Domingo, solar donde se instaló la clínica del Dr. Castillo, hoy onerosamente adquirida por el Ayuntamiento. Ahí permaneció hasta el final de la incivil contienda.

Plaza Virgen del Mar, antigua clínica del Dr. Castillo Plaza Virgen del Mar, antigua clínica del Dr. Castillo

Plaza Virgen del Mar, antigua clínica del Dr. Castillo / Luis Ruiz Marín

En un episodio totalmente desconocido, pareja suerte corrió la Inmaculada de Las Puras. En mayo de 1933 un grupo levantisco intentó prender fuego a la iglesia, siendo sofocado el conato por alumnos del Semanario colindante y efectivos de la Guardia de Asalto. Servidores públicos (antecedente de la Policía Nacional) cuyo cuartel ocupaba el primitivo Colegio de la Purísima, sede actual de la UNED, en la plaza de la Administración Vieja de las Rentas. Sus miembros colaboraron con las monjas para que –sigilosamente y al amparo de la noche- sacaran del convento buena parte de enseres de culto y pertenencias personales, pequeñas imágenes o ajuares de ropa doméstica y litúrgica. En prevención de males mayores, la Comunidad atendió el consejo de miembros de la Hora Santa y la llevaron provisionalmente a la calle El Grillo (hoy Conde Xiquena), domicilio de su amiga Lola del Olmo, funcionaria de Prisiones. Dolores del Olmo Serrano –junto a sus hermanas Carmen y Gloria es citada por la historiadora Sofía Rodríguez (“Mujeres en guerra: 1936-1939”) como destacada militante de Acción Popular, de 22 años de edad, filiación derechista y la que mayor tiempo sufrió cárcel: de diciembre del 36 a marzo de 1939 (HHN, causa nº 54 y 75): Tribunal Popular y Juzgado de Urgencia). En los pasados años 40, Sección Femenina la trasladó a otra provincia. Volveremos a ella cuando glosemos la figura de Emilia Fernández, gitana tijoleña recientemente beatificada.

La imagen pertenece, presumiblemente, a la gubia de José de Mora o a su taller granadino

Iniciado el trienio bélico y temiendo un registro policial de su casa, Lola, en unión de Arnaldo Rodríguez -relojero establecido en La Almedina- urdieron un nuevo desplazamiento, en este caso a la vivienda donde ya se encontraba la Virgen del Mar. Ocurrió en la noche del 8 de septiembre del 36 y el lance resultó igual de rocambolesco. Lo cuenta sor Encarnación Cintas en unas “memorias” inéditas a las que en su momento tuve acceso. Resumidamente a ellas nos encomendamos:

“La envolvieron muy bien y se la llevaron. Lola iba muy bien arreglada, vestida lo más indecente que pudo; muy pintada y metiéndose con los que querían parar el coche. No llegaron a registrarla. Como la veían así, tan desenvuelta, le decían: ¡Buena vas!, para qué has bebido tanto?, qué harás esta noche? Esta noche me la pienso pasar feliz, alegrando a mis amigos, ¿quieres venir tú? Y así cruzaron todo el trayecto: tomándola por una juerguista y mujer de mala vida. Cuando accedieron a su destino, la llevaron sin perder tiempo al cuarto de la pila de lavar que era donde la iban a meter. En la casa estaba el P. Aquilino Marina y nuestra hermana sor Beatriz Ordáx, que se había escapado de la cárcel de Las Adoratrices”. Entre el pilón y la leñera permaneció oculta hasta el 1 de abril de 1939 en que concluida la guerra regresó al convento.

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