Todo lo que aprendimos de las películas | Crítica

Un mundo en el que los cines han cerrado

  • María José Navia celebra el poder de las ficciones en ‘Todo lo que aprendimos de las películas’, un libro habitado por familias singulares y cuerpos heridos

María José Navia (Santiago de Chile, 1982).

María José Navia (Santiago de Chile, 1982). / Juan Carlos Vázquez

"En las películas aprendemos cosas que nunca usamos. Incluso en las malas películas. Hay escenas que se nos quedan pegadas. Imágenes. Si esto fuera una película, sé perfectamente qué canción estaría sonando", dice la narradora de Mal de ojo, el cuento que abre el nuevo libro de María José Navia, titulado precisamente Todo lo que aprendimos de las películas, un conjunto de relatos que rebosan cinefilia y talento y en el que su autora filtra géneros como el drama, la distopía o el terror por el tamiz de la vida. Cristina Rivera Garza dice que Navia escribe con "el cuidado de una navaja bien afilada": una navaja, como en uno de los fotogramas más emblemáticos de la historia, dispuesta a herirnos los ojos con una perturbadora belleza.

El volumen, editado por Páginas de Espuma, encadena inesperados cuentos de brujas y folletines familiares para celebrar el poder deslumbrante de las ficciones, que nos salvaron la vida en el confinamiento por el coronavirus. En los agradecimientos del final, la narradora chilena cuenta que ir al cine es una de las rutinas que más felicidad le da, "y la pandemia me quitó eso". En una visita a Sevilla, Navia explicaba que "fue algo que yo eché particularmente de menos, sobre todo porque temí que se acabara el ritual de ir al cine, eso de compartir oscuridad con extraños. Yo escribí este libro durante la pandemia y me resistí a que saliera el virus en las páginas, pero claramente la obra está ligada al momento que vivimos: yo estaba encerrada en mi casa viendo muchas películas, porque en estos años me suscribí a todas las plataformas que pude. Y también pasó otra cosa: la pandemia nos convirtió a todos en películas, nos puso en pantallitas ante los otros. Yo soy profesora en la Universidad y me convertí en imágenes para mis alumnos, y al revés".

Una de las piezas, Gretel, habla de un mundo en el que han cerrado los cines, y las protagonistas miran los vestigios de las salas y las butacas con la fascinación de quien observa una reliquia del pasado. "Los cuentos de este libro", detalla Navia, "están conectados entre sí, y uno de los elementos que se repite es una casa que se va embrujando, la historia de los habitantes que caen bajo ese embrujo. Por allí pasan una pareja obsesionada con tener un hijo, una escritora muy singular, un sistema domótico que cuida a unas niñas. Esas niñas tuvieron un padre que salió en una película, y le piden a la casa que les enseñe cómo era un cine. Ahí volqué mi dolor, un dolor que por suerte se acabó, porque esa profecía de que los cines cerrarían para siempre no se ha cumplido".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

En esos relatos, la escritora explora los vínculos afectivos que conforman los personajes, como una mujer que se encariña con un hombre y un niño con los que coincide en la consulta de un oftalmólogo, u otra que mantiene el contacto con quien fue pareja de su madre. "Me interesaban esas familias paralelas, provisionales, que nos montamos", reconoce Navia. "En Mal de ojo todo ocurre dentro del hospital: allí, cuando se encuentran, se acompañan, pero después ya no. En Bond me gustaba que no fuera el padrastro de toda la vida, existe esa figura pero a mí me atraía más que ese hombre fuera una de las muchas parejas que ha tenido la madre a lo largo de su vida. Yo quería hacer un homenaje a Lost in Translation, que es mi película favorita, pero no quería reproducir el componente romántico, aunque sutil, que tienen los protagonistas del filme de Sofia Coppola. Sí me interesaba que compartieran una música, el pasear por el extranjero, unas conversaciones… Van al cine, y cuando están los créditos él le pregunta algo, en una intimidad casi de confesionario. Yo quería contar con esa escena cómo el cine forma parte de nuestras biografías".

En las páginas se suceden los personajes desarraigados, gente que fue feliz en otra ciudad y que desea que llegue el tornado de El mago de Oz y se los lleve. "Pensamos en Dorothy como una chica desesperada por volver a casa, y eso que ella viene de una Kansas gris donde nadie sonríe, y llega a Oz, donde recibe amor y colores. No se entiende, y de hecho los personajes le preguntan todo el rato el porqué de esa añoranza, qué hay en Kansas para que ella quiera volver. Lo interesante es que L. Frank Baum escribió 14 libros de Oz y en ellos Dorothy se acaba olvidando de Kansas, incluso se lleva a sus tíos allá, pero por la película la vemos como el ejemplo de la nostalgia y el amor por las raíces, con esa idea de que no hay nada como el hogar", argumenta Navia, que prepara una novela donde Ciudad Esmeralda tiene peso en la trama.

“Las películas no sólo dan una educación sentimental, adelantan cómo será el futuro”, dice la autora

Con los años, Navia ha empezado a dar importancia a los cuerpos y ha entrado en la ecuación de sus relatos una carnalidad dolorosa y tangible. "Durante mucho tiempo me centraba en las cabezas de las protagonistas. Eran narraciones muy cerebrales", admite. "Pero todas las cosas le pasan a un cuerpo, que tiene dolores, que goza también. Quería hablar de cuerpos que están dañados, en un mundo en el que todos tenemos que ser productivos. La protagonista de Mal de ojo está perdiendo la vista y no dice nada en la Universidad, porque eso sería revelar que ha fallado. O una pareja que no puede tener hijos. Se ha escrito mucho sobre la maternidad, o la paternidad, sobre las relaciones con los hijos, pero poco de la gente que intentó tenerlos y no pudo. Si les preguntan si tienen hijos dirán que no, pero detrás de eso habrá cinco años de espera, de incertidumbre... En Chile, si alguien tiene un aborto espontáneo, vuelves al trabajo al día siguiente, no hay proceso de duelo. La literatura, y eso es bonito, explora los intersticios, lo que está en medio de las cosas, lo que no se dice".

¿Qué aprendemos entonces de las películas? "Lo que me fascina de ellas es que además de una educación sentimental son un adelanto del futuro. Muchas situaciones las vives antes en el cine que en la vida. Te vas armando una idea de cómo será el mundo: sabes de los primeros besos, o del duelo por alguien, antes en una pantalla que en la realidad. Y a veces lo que ocurre te decepciona. Cuando sucede algo asombroso, la gente exclama: ¡Es como en las películas! Pero la verdad es que hay películas con historias terribles", concluye entre risas.

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