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A este ritmo, ni al Zapillo (0-1)

  • La sombra del Athletic se lleva los puntos del estadio más cómodo Movilidad cero arriba hasta los cambios.

El resucitamuertos vuelve a sacar su mano redentora. Si hubiera una clasificación de equipos que alivian a los rivales con el agua al cuello, si el Almería no encabezara la clasificación, por lo menos estaría en Champions. Igual que con las cesiones, pocos conjuntos se encontrarán con más problemas que los rojiblancos para sacar el balón desde atrás y tendrán que convertir a su portero en el mejor pasador de la plantilla. 

El guión de ayer parecía escrito más para el último partido de la pasada temporada, cuando al Almería le bastaba con empatar a un Athletic ya de vacaciones, que para la novena jornada de este campeonato. Al aburrimiento ahora lo llaman trabajo táctico. Una caricatura de lo que fue el conjunto de Valverde consiguió con suma facilidad sus tres primeros puntos de la temporada como visitante. Cualquier rival en apuros, lo primero que hace es mirar cuándo tiene que visitar el Mediterráneo. Sabe que es la mejor cura a sus problemas, el remedio ideal. 

A base de fallos y de falta de acierto, que parecen sinónimos pero se convierten en antónimos cuando unos los ejecuta la defensa y los otros el ataque, el Almería es Mister Marshall en su campo, regala a diestro y siniestro. Incapaz de meter mano a los rivales de su liga, tampoco le hizo cosquillas a un conjunto que ha perdido momentáneamente hasta la identidad del patapum parriba, lo que le había llevado a no sumar ni un punto fuera. Hasta su visita al Mediterráneo, la Vega de Acá es el santuario de los no creyentes. 

Desde que el Athletic sacó de centro, el partido tenía pinta de ser uno de esos que en vez de avanzar las manecillas del reloj hacia el 90', el cronómetro va descontando los minutos que faltan para que cayera el primer gol visitante. Y ahí se acababa la historia. La sensación terminó convirtiéndose en la triste realidad, salvo que con la entrada de Soriano y Thievy, el equipo mejoró algo, por lo menos se acordó que en el campo rival había una portería rival a la que atacar. Hasta entonces, un simple partido de futbolín, sin movilidad ninguna. Veintidós picas puestas en el campo, con más miedo por las consecuencias de la derrota que con intención de conseguir la victoria. 

Con la mayoría de los fichajes repartidos entre la grada y el banquillo, lo que demuestra que el marketing rara vez es positivo para el aspecto deportivo de un club profesional, Francisco trató de plantear un partido de guerrillas en el centro del campo. Conseguirlo lo consiguió, puesto que el Athletic no jugó a nada [aunque tampoco ha venido haciéndolo a lo largo de la campaña], pero la renuncia total al ataque costó demasiado cara. Entre otras cosas porque no hay contundencia en los despejes. A diferencia de los almerienses, los vascos sí colgaban el balón al área como única arma y en uno de ellos, no demasiado peligroso, nadie despeja y Etxeita mete el pie para hacer el 0-1. 

Para nada era justo el gol porque tan mal estaban los unos como los otros. Pero el cuero donde hace daño es cerca de la portería contraria, no perdido en pases cortos e infructuosos, o en regates a lo Garrincha junto a la banda. Cuando el Almería se dio cuenta de que Iraizoz había viajado, estrelló un balón en el palo y fue objeto de un penalti claro no pitado. A este ritmo, Alfonso García va a tener que invitar a algún equipo del fútbol modesto local para que la afición pueda cantar alguna victoria.

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