Bédar

Monumento erigido en homenaje a los curtidos mineros

  • Gracias a su trabajo y esfuerzo, la comarca vivió épocas de esplendor hasta el cierre de las minas.

El monumento al minero, una impresionante escultura en mármol blanco del escultor Roberto Bolea y la escultora Noelia Martínez en honor a los mineros que dejaron su vida o parte de ella en las minas, preside en las alturas de Bédar la que en su tiempo fue llamada Plaza de San Gregorio en la que una ermita guardaba al santo, ahora trasladado a la iglesia. 

En la parte trasera de la estatua, la que da al valle, y tallada en la misma piedra, se aprecia otra pequeña escultura. Se trata de una tortuga mora, especie animal protegida al ser declarada en peligro de extinción. La Sierra de Bédar ha sido declarada como zona LIC -lugar de interés comunitario- con un catálogo de flora superior a las 1.000 especies. 

Bédar guarda vestigios de su esplendoroso pasado minero, al punto de que a principios del siglo XX trabajaban en las minas más de 700 personas. Uno de los más llamativos restos de la minería bedarense es el cargadero `Tres amigos'. Era el punto de partida del ferrocarril hacia Garrucha. El mineral de hierro procedía de dos subramales: uno provenía de Santa Catalina, en la población de Serena, y el otro de la Mulata, en Bédar. El mineral era transportado hacia Garrucha en tres locomotoras de 30 caballos bautizadas con el nombre de `Mojaquera, Bedareña y Garruchera'. La cantidad de mineral estaba limitada a 500 toneladas diarias debido a que sólo había construido un varadero en Garrucha.

Juan Antonio Soler Jódar y Gonzalo Leal Echevarría dejan escrita parte de la historia de la minería en Bédar. De sus narraciones históricas y excelentemente documentadas, se extrae que las minas de la Sierra de Bédar, muy cerca de Mojácar, se utilizan desde 1525. El mayor desarrollo de explotación llegó en 1858, época en la que se sacaba el mineral de hierro por Garrucha. Tras varios paréntesis las minas fueron definitivamente cerradas en 1970. De aquella época la Sierra ha heredado un importante legado arqueológico industrial. 

Aunque existen algunas minas aisladas en el término de Bédar, como son La Mulata, El Silencio, Cuatro Amigos, etc., es sin duda la ruta que parte de la estación de Tres Amigos (que hemos dado en llamar ruta de las Tolvas) la que recorre la zona con mayor densidad de restos mineros, jalonada de impresionantes tolvas y otras construcciones en piedra, en especial cerca de la bucólica pedanía de Serena, que todavía guarda todo su sabor morisco y que nos llevará por caminos que, a parte del importante patrimonio geominero a los que conducen, nos llevan por barrancos de una indudable belleza paisajística.

Los datos más antiguos nos remontan al año 1525, con la concesión de un privilegio a Lorenzo Galíndez Carvajal para explotar las minas de hierro existentes en las proximidades de Serena. No es hasta 1858 que empieza una explotación a mayor escala por parte de la Sociedad Martinete, perteneciente a la órbita de los Orozco, con explotaciones en Serena y la Sociedad Mulata, realizando labores a nivel de la Cueva Oscura, junto a Bédar. 

La falta de un transporte adecuado hizo inútil todo intento de explotación, hasta que la Compañía de Águilas toma en arriendo las minas de la antigua Sociedad Martinete, propiedad de la sociedad La Recuperada e instala en 1888 un cable aéreo desde Serena hasta Garrucha, el más largo de España y segundo en Europa en esos entonces. El vicecónsul inglés en Garrucha, Clifton Pecket, cedió un paquete de minas a un industrial vizcaíno con la condición de construir un ferrocarril. La existencia de un cable aéreo y un ferrocarril hasta Garrucha provocó una oleada de registros en la zona y permitió que pequeños explotadores locales y sociedades explotaran las minas de hierro, utilizando para ello los transportes existentes.

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