Arcángel | crítica

Hereje es el que se olvida de que esto es arte

  • Anoche tuvo lugar en Cartuja Center CITE el estreno de 'Hereje', el montaje escénico de Arcángel basado en su disco de canciones de una decena de relevantes autores ajenos al flamenco

  • Donizetti por bulerías

  • Un extra de DVD

Arcángel en Cartuja Center CITE

Arcángel en Cartuja Center CITE / Ángel Pérez Moreno

La frase que me ha servido como título para este texto es la última de la canción Hereje, la que sirve a su vez para dar título al disco que Arcángel está presentando y también al espectáculo que ofreció anoche en el recinto de Cartuja Center CITE, el primero de una larga cita con los espectadores de otras ciudades. Hereje es una canción escrita por Andrés Calamaro que le sirve al cantaor onubense para dar forma a un proyecto con el que sacudir prejuicios, con el que resistirse al enfrentamiento entre tradición y vanguardia en el flamenco y, del mismo modo que otras veces ha atraído hacia el flamenco a otras músicas, en esta obra, como nos dijo anoche desde el escenario, se ha embarcado en un viaje desde el flamenco hacia otros géneros musicales que nada tienen que ver con este, a través de diez autores de gran relevancia, de los que intenta mantener su estilo, sin aflamencar demasiado las canciones, pero consiguiendo que aún así sea reconocible el flamenco en sus interpretaciones. El resultado es digno de su genio. Anoche Arcángel demostró ser el heresiarca que inició este culto a las melodías y los ritmos adaptados a los tiempos actuales desde nuestro acervo común. Y lo hizo huyendo de los palos del flamenco, liberado de la esclavitud de las etiquetas.

Pero las formas más clásicas del flamenco también estuvieron presentes en el inicio y el cierre del concierto. Al comienzo acompañándose el cantaor solo de las guitarras flamencas de Francis Gómez y Benito Bernal, para unos tientos tangos con los que se paseó por unas estrofas de La leyenda del tiempo, que se convirtieron en abandolaos cuando aparecieron también Antonio y Lolo Saavedra, los Mellis de Huelva, para acompañarlos con sus palmas y segundas voces; fragmentos de La Capital del Sol y un cante en que reconvertía las alegrías de Un tiro al aire de Camarón contenidos también. Al final, una vez cumplido con el bis de rigor, emulando a Paco Toronjo en unos fandangos de Huelva, el palo que le ha servido de estandarte durante su carrera, que al borde del escenario, y sin amplificación eléctrica en su voz ni en las guitarras, dedicó a la animosa señora Mercedes, que ante Arcángel, abandonado su asiento de la primera fila, celebraba sus 90 años de vida. El cantaor se mostró festivo y también reivindicativo en sus cantes -hay quien dice que el fandango no es jondo, yo le propongo que vaya a Huelva a escuchar un fandango del Alosno- y con el acompañamiento de los Mellis remató con el fandango más popular de todos, el de la Calle Real del Alosno que tantísimos artistas han cantado desde que lo hiciera por primera vez, que se recuerde, Juanito Valderrama y del que como autor acreditado en sus discos aparece Camarón a pesar de que, curiosamente, su autor verdadero, según figura en el registro de la propiedad, es Emilio el Moro.

Arcángel con Francis Gómez y Benito Bernal Arcángel con Francis Gómez y Benito Bernal

Arcángel con Francis Gómez y Benito Bernal / Ángel Pérez Moreno

Con los tres músicos restantes ya en escena, Lito Mánez a la batería, José Manuel Posada, Popo, al bajo y Álvaro Gandul al piano y los sintetizadores, entraron en materia, siendo este último quien hiciese la introducción con los sonidos de mellotrón y flauta sintetizada a Sentir, la canción que Leiva regaló a Arcángel para esta obra. Los versos de Benjamín Prado para Ajuste de cuentas comenzaron a fluir después de otra florida introducción, esta vez de la guitarra flamenca de Bernal, para alcanzar una belleza sobrecogedora. Las piezas se iban sucediendo una tras otra, prácticamente fundidas por debajo de los aplausos del público, al que solo le faltó llenar las últimas filas más altas del auditorio, y todo discurría con una cadencia perfecta, sin interrupciones del maestro en charlas que rompiesen el ritmo; algo muy de agradecer ya que solo hizo uso de la palabra cuando llegó el momento de presentar a sus invitados, aprovechándolo también para explicarnos su declaración de intenciones con este Hereje.

La continuidad no se rompió siquiera cuando Arcángel abandonó el escenario por unos momentos, tomando el protagonismo los Mellis para cantar divinamente, alternándose los dos en la voz, una preciosa versión de la Baladilla de los tres ríos, de García Lorca, acompañados de guitarras y cajón. Las canciones del disco volvieron con Ojalá, que en realidad es el Ayer de Estrella Morente, sublimada en la forma en que el maestro la cantó, con precisión y elegancia, acompañado únicamente por el piano de Gandul, que se mantuvo al final junto a la guitarra para introducir Lux, otra de las canciones de Hereje que también tiene grabada su autora, la jovencísima Valdivia. Es curioso como estas dos canciones, quizás porque ya las conocíamos en las interpretaciones de sus autoras, son las que más se apartan de la forma en la que fueron concebidas y no son tan reconocibles estilísticamente como las demás, con las que uno se apercibe enseguida de que tras ellas andan las manos de Rozalén, Santiago Auserón o Vetusta Morla, siendo esta el paradigma de lo que digo, porque la composición de Guille Galván y David García, el Indio, brilló más que ninguna otra con su orquestación de teclado, bajo y batería, cerrando el set de manera deslumbrante.

Pero hasta llegar a ella todavía tuvimos un poquito más de olor a flamenco puro, reposado, sentido y sobrado de compás, con Arcángel desgranando estrofas de Pa que tanto discutir, mientras entre ellas los Mellis cantaban el estribillo con letra de Ortiz Nuevo, y volviesen los sonidos ambientales del sintetizador para dar paso a La noche en vela, de Auserón, que fue ascendiendo en tempo hasta convertirse en una tormenta eléctrica. Tras ella el maestro volvió a abandonar el escenario y todos los músicos se aunaron para una versión instrumental de La Leyenda del tiempo que por sí sola hubiese justificado la asistencia al concierto. Con Arcángel otra vez de vuelta, le escuchamos Maldito orgullo, la canción de Rozalén y Josemi Carmona, con la que el cantaor se arrancó respaldado solamente por las guitarras, la de Gómez asentando las bases y la de Bernal recreándose en los solos.

Arcángel Arcángel

Arcángel / Ángel Pérez Moreno

Y fue entonces cuando Arcángel tomo la palabra. Nos presentó a El Kanka, del que nos dijo que fue el primer artista en enviarle una canción para este proyecto de Hereje, pero que por cuestiones de tiempo se quedó finalmente sin grabar y no se pudo incluir, por lo que esta iba a ser la primera vez que la interpretasen juntos, haciendo exclamar al cantante malagueño lo extraño que le parecía eso de cantar por primera vez un tema suyo en el concierto de otro. La canción, que El Kanka dedicó a la memoria de su padre, se llama Lo mejor que pude y de esa forma la sacaron los dos adelante; no les quedó nada mal, a pesar de haberla ensayado por whatsapp, como confesaron. Luego Arcángel, sobre las notas del piano, entonó la grandiosa A ti Sevilla de Rocío Jurado. Hace apenas cinco meses, India Martínez invitó a Arcángel a su concierto en la Maestranza y juntos entonaron esta canción, por lo que ahora se presentaba una ocasión recíproca magnífica para volverlo a hacer y eso es lo que ocurrió. Después de que el maestro callase tras el estribillo, sonó una voz femenina en la oscuridad, para ir asomando poco a poco desde la izquierda del escenario la figura de India, para continuar ella y terminar magistralmente a dos voces, sacando a los espectadores la mayor ovación de la noche. Una vez que Arcángel nos contó que se enamoró artísticamente de ella desde que la conoció con 18 años al contratarle su padre como cantaor para su fiesta, comenzó la despedida con la anteriormente mencionada Aurora de regusto a Vetusta Morla.

El bis fue otra genialidad. Partiendo del Hereje de Calamaro, la canción se convirtió en una pieza de soul para derivar posteriormente en un compás amalgamao de bulerías en las que los solos de los dos guitarras abrieron la veda para el lucimiento también de Popo, Gandul y Mánez, que sacaron magistralmente a primer plano el bajo, el piano y la batería respectivamente, antes de terminar con voces y percusión en un magnífico golpe final. Después de los fandangos y los últimos saludos, Arcángel se retiró, envuelto en un halo de grandeza.

 

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