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La detención de Sócrates sacude Portugal tras la oleada de escándalos

  • El político socialdemócrata y ex jefe del Gobierno luso es acusado de fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupción. Durante su mandato se cuestionó su alto nivel de vida.

José Sócrates salió del avión procedente de París y tres hombres le detuvieron. Desconcertado, pero sin ofrecer resistencia, el ex jefe de Gobierno de Portugal entre 2005 y 2011 siguió sus indicaciones, entregó su móvil y les acompañó sin llamar la atención hasta el aparcamiento, según relata Diario Económico. Tras dos agotadoras noches en una celda, el político de 57 años es un pálido reflejo del atractivo socialista con traje de Armani que hace diez años conquistó a los portugueses con su encanto juvenil y su pragmatismo.

Detenido por fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupción, entre otros, el político socialdemócrata que encarnó la esperanza de un país -por lo que se le llegó llamar el Obama de Portugal- se ha convertido en todo lo contrario. Es como una bomba de relojería que pone en peligro la recuperación económica que se ha conseguido tras los duros años de crisis y severos ajustes en el país más pobre de Europa occidental. E incluso podría hacer tambalear la estabilidad política, algo que no sólo temen los analistas, sino también los rivales de Sócrates, que no ven en lo sucedido nada que celebrar.

Pedro Santana Lopes, el predecesor conservador de Sócrates en el Palacio de São Bento, dijo que se trataba de "un triste día para todo Portugal". "Después de que nuestro país prácticamente fue insolvente, ahora tenemos una situación de insolvencia institucional", señaló Santana Lopes en referencia a una serie de escándalos de corrupción que han sacudido Portugal hasta los cimientos en los últimos tiempos.

La oleada de casos comenzó en verano con la detención del ex presidente ejecutivo del Banco Espirito Santo, Ricardo Salgado, a quien popularmente se le conoce como dono disto tudo (el dueño de todo esto). Siguieron las condenas por corrupción de dos ex ministros, Armando Vara y Maria Rodrigues; y hace una semana la Policía desarticuló una red de destacados funcionarios que entregaban visados a inversores extranjeros a cambio de un soborno. Entre los detenidos estaba el director de Extranjería. El ministro de Interior del gobierno de centro derecha Miguel Macedo dimitió por el escándalo.

No hay razón alguna para la satisfacción señalan de forma casi coincidente los analistas. "El miedo al futuro vuelve a estar ahí y mucho peor que al inicio (del rescate) de la troika", señala el periodista Manuel Carvalho en el prestigioso diario Público.

El país está cayendo en un ritmo frenético en el que la confianza de los inversores es cada vez menor y el enfado y la indignación de la empobrecida población va en aumento. Carvalho asegura que no sería de extrañar que en Portugal prosperase un movimiento de izquierda como Syriza en Grecia o Podemos en España.

Sócrates, que en 2005 consiguió por primera vez la mayoría absoluta para los socialistas, se mantuvo ufano incluso tras el estallido de la crisis del euro, a pesar de no lograr sacar adelante en el Parlamento el paquete de ahorro y renunciar al cargo por ello. En las imágenes en televisión este fin de semana parecía abatido.

El político socialista había sobrevivido a otras acusaciones de corrupción. Como ministro de Medio Ambiente concedió una licencia de construcción para el enorme centro comercio comercial de Freeport a las afueras de Lisboa sorteando disposiciones medioambientales y asimismo también se cuestionó su título universitario.

El lujoso estilo de vida de este hombre, que en su momento fue celebrado como el George Clooney de la política podría convertirse en la causa de su ruina. Los medios señalan que los agentes investigan cómo Sócrates, que jamás declaró ningún gran ingreso, se podía permitir desde 2011 una vivienda de lujo de 250 metros cuadrados en el distrito 16 de París.

Sócrates al parecer tiene veinte millones de euros en cuentas secretas. Y si realmente es culpable de corrupción puede esperar poca indulgencia. El juez instructor, el implacable Carlos Alexandre, investiga otros casos similares y está considerado el Garzón portugués.

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