Este 2020 cercano ya a finalizar no para de traernos disgustos, uno detrás de otro. El último el pasado miércoles. Fecha en la que conocíamos una trágica noticia en el mundo del fútbol, Diego Armando Maradona nos dejaba para siempre. Una parada cardiorrespiratoria acababa con la vida del Pelusa. Una información que conmocionaba al balompié mundial ante la pérdida de una de sus mayores leyendas. Quizá su mayor leyenda. Un jugador que marcó una época no solo en su Argentina, sino a nivel global. Un futbolista sumamente amado hasta la extenuación en Nápoles, donde vivió algunos de los mejores momentos de su carrera. Un jugador tan peculiar que incluso contaba con su propia religión, la religión maradoniana. De sobra eran conocidos sus problemas con las drogas, entre otros. Unos problemas que impidieron más de la magia que tenía en sus botas. Una vida privada que no era la más apropiada. Es innegable que fuera de los terrenos de juego Maradona no fue ejemplo de nada, si acaso de lo que no hay que hacer, pero eso no quita que fuera un mito del fútbol. Una figura que recorría el planeta entero por su grandeza futbolística. En el recuerdo quedará su actuación en el mundial de México en 1986, y en especial aquellos cuartos de final ante Inglaterra. El argentino anotó dos goles que pasaron a la historia con apenas unos minutos de diferencia días antes de levantar el trofeo más preciado. La mano de Dios y el gol del siglo, nombres con los que fueron bautizados. El argentino perdurará en la memoria de los amantes de este deporte. Maradona ha sido uno de los mejores jugadores de la historia del balompié. No cabe la menor duda, incluso para alguien como el que escribe estas líneas que no tuvo la suerte de verle jugar. Adiós a una leyenda.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios