Realizó un gran partido César de la Hoz ante el Tenerife. Quizás sin la visibilidad de Luis Rioja, por eso del puesto y demás, pero entre él y Arzura sostuvieron bastante bien al conjunto de Fran Fernández, ganando en esta faceta del juego al cuadro chicharrero. Sin embargo, una jugada absurda condicionó el encuentro. No la segunda cartulina, que, al fin y al cabo, es un lance del propio juego, sino la primera, por un desplazamiento del balón. Forofismos al margen, ambas fueron cartulinas justas y, por tanto, la expulsión acertada. Una expulsión que provocó que los unionistas tuviesen que conformasen con un punto por eso de que no es nada sencillo aguantar prácticamente la mitad de un partido con un efectivo menos. Analizando la cartulina porque hay que analizarla, ya que al final fue el auténtico punto de inflexión entre un triunfo y un empate (dos puntos que pueden ser de oro en unos meses), la amarilla es de las que le duele a entrenadores, incluso al resto de compañeros. Éste periodista le preguntó a Corpas en la zona mixta cómo sienta a un jugador que haya que hacer un esfuerzo más que extra por culpa de algo que un compañero puede ahorrarse perfectamente, pero el ex del Marbella, como es natural, no se mojó.

No es lo mismo ser amonestado por un desplazamiento de balón en el minuto 95 que en el 48. Tampoco es la intención de este periodista acribillar a De la Hoz, puesto que el que no se equivoca es porque no está en este mundo. Sin embargo, esas tarjetas u otras por protestar bien podrían ser ahorradas, sobre todo, por futbolistas que se dedican a esto de manera profesional. Y otra opinión. Esas amarillas innecesarias (bien es distinto temporizar el encuentro en el minuto 92) deberían ser pagadas por los jugadores, incluso en el fútbol base. ¿Por qué tiene que abonar un club una sanción de diez encuentros por un intento de agresión al árbitro?

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