Finalizaba el siglo pasado y Bernard Manin dijo la frase que le ha hecho célebre (imagino diría alguna más): la democracia de partidos se está transformando en una democracia de audiencia. Hemos pasado, sin interrupción de una campaña electoral a otras dos. Será una sensación mía, pero el normal cansancio del elector se acrecienta por la impresión de desgana de las candidaturas. El programa electoral no lo encuentras en sus web y como no voy al mercadillo no coincido con ningún grupo repartiendo merchandising ¿Aún dan los socialistas aquellas sabrosísimas piruletas como en anteriores municipales? Si es así, cuando envíen el sobre con la papeleta que vaya también un par de ellas. Total, que desde mi activismo de sofá tenía oportunidad de ver a los candidatos de la capital y comparar. Era el debate en canal sur del pasado martes. ¿Qué decir? Tres cuartas partes de ellos leyeron absolutamente todo. Cualquier palabra la tenían anotada en tarjetones: su opinión sobre empleo, los barrios o el turismo. Alguno o alguna leía hasta que, con alivio, le avisaban de que acabó el tiempo y dejaba la frase a medias. La política es, hoy, una lucha por el favor de los espectadores. Estos vieron que hasta la petición final de voto se dirigía al folio en lugar de a la cámara para que el elector sintiera que le hablaban a él. Terminó. Puse HBO. Segundo capítulo de Chernobyl. Salía una reunión de un comité soviético y era más ágil que el de nuestros candidatos, no les digo más.

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