España es el país del debate. Aquí se debate todo, aunque pensándolo bien, como suele decirse, hablar de política, religión o fútbol, genera división y hasta enfrentamientos, y en eso no somos la excepción. En España se debate de esto y en buena parte del mundo también. Después de la derrota de la selección de fútbol contra Croacia, se ha reabierto la discusión, y todos miran básicamente hacia la portería, como si desde allí nacieran todos los males que nos aquejan. Desde que Iker dejó los arcos de la selección y del Real Madrid, el debate está servido en ambos conjuntos. La alargada sombra del de Móstoles sigue planeando porque nadie ha sabido poner el cerrojo. De nada ha valido la irrupción de Luis Enrique, los triunfos de La Roja en Wembley y los seis goles al croata subcampeón del mundo. Lo que parecía un acuerdo general, la recuperación de un fútbol que enamora, las buenas sensaciones que te brinda la eficiencia al servicio del triunfo, se han ido todas al garete por un gol en el último minuto que te llena de dudas y obviamente, dispara el debate. Ni tanto ni tan poco. Ni cuando España ganaba convincentemente era la sinfónica de Viena, ni ahora somos Ricardo Arjona. Pero un gol, un fatídico gol en el ocaso de un encuentro, te hace pasar toda tu vida por delante de tus ojos, como si te estuvieras despidiendo. Y aparecen los fantasmas de antaño. Desde los goles de Holanda en el mundial 2014 que nos mandaron a casa, hasta la distracción de Lopetegui a punto de comenzar la copa del mundo 2018. España ha utilizado en este puñado de encuentros cuatro laterales derechos, tres laterales izquierdos y cinco centrales. Arriba más de lo mismo, pero en la portería se ha mantenido a un De Gea inamovible. A veces demasiado inamovible, al decir de las críticas que se escuchan por ahí. Para el técnico asturiano, bajo los tres palos no hay debate. Arriba, abajo y en el medio sí. Cosas de la vida; ni en eso podemos estar de acuerdo.