Análisis

Antonio Navarro

Estudiante de Teología

Don Miguel, un pastor con olor a oveja

Don Miguel, párroco de Los Gallardos, se nos va, y con él un trozo de nuestros corazones

Don Miguel, un pastor con olor a oveja

Don Miguel, un pastor con olor a oveja / Diario de Almería

De todos es sabido que un pueblo no es precisamente el lugar más propicio para los secretos, y esto para lo bueno y, a veces, para lo no tan bueno. Los Gallardos no es para nada una excepción.

El pasado 24 de julio, víspera de Santiago Apóstol, el pueblo entero tornó en un hervidero, en que sólo resonaba un lamento: «¡Que se llevan al cura!». Todavía hoy, pasado más de un mes, hay quienes se resisten a creerlo.

Así es, querido lector. Como ya ha podido notar, hoy vengo a hablarle de un cura, de mi cura, del hasta ahora párroco de Los Gallardos, Bédar, Mojácar y Turre, D. Miguel José de la Santa Cruz Esteban Jerez.

Quisiera con estas palabras, en la medida que me permita mi corto entender, homenajear a ese hombre que ha sabido ser padre, hermano y amigo; ser, en definitiva, sacerdote. Pero, teniendo en cuenta esa aversión del ambiente popular hacia los secretos que comentaba al principio, no soy yo sólo quien se dirige al auditorio contando la vida y milagros de un cura santo, sino que es el clamor del pueblo el que habla. Han sido seis años de pastoreo de D. Miguel entre nosotros, con muchas anécdotas y vivencias.

Nuestro párroco, ante todo, sabe estar en su sitio. Al «padre cura» -como le llaman en Mojácar-, además de, por supuesto, en la iglesia, se le puede encontrar desde convidando a los obreros en el bar en un caluroso día del agosto levantino, hasta llevando al hospital a una anciana viuda que no tiene cómo ir, pero también tocando la guitarra con las familias de catequesis pidiendo por las calles el aguinaldo, o saliendo de su casa a medio afeitar al darse cuenta de que a su anciana vecina se la llevaba la ambulancia… Podemos decir, por tanto, que no se le caen los anillos por, como dirían algunos, rebajarse a la plebe, pues sabe muy bien que es ese su lugar, haciéndose todo para todos, como decía san Pablo. Es un verdadero «pastor con olor a oveja».

Más canjilón que la ermita de san Blas, se ha hecho para siempre, no obstante, hijo de estos pueblos que lo han tenido por padre.

No exagero de ninguna manera si digo que se nos va con él un trozo de nuestros corazones, en los cuales se ha empeñado D. Miguel desde el primer momento en que calara la dulzura del Amor del Corazón de Cristo, llevando por bandera la Santa Cruz del Voto de Canjáyar, que ha forjado totalmente su vida y, por supuesto, su ministerio, grabando a fuego en su alma aquellas palabras del Apóstol: «Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo».

Finalmente, ahora que el señor obispo ha tenido a bien nombrarlo párroco de la Preciosísima Sangre de Aguadulce, sólo nos queda, aun con dolor, despedirnos y desearle lo mejor a este hombre de Dios que ha dejado una huella imborrable en todos nosotros, sabiendo que va a Aguadulce a seguir gastándose y desgastándose, sirviendo a todos cuantos se crucen en su camino.

¡Muchas gracias, D. Miguel! ¡Gracias de corazón!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios