Hay futbolistas con clase y clase de futbolistas. De la misma manera que hay entrenadores buenos y mejores, dentro de un mosaico muy variado. Pero haber jugado no determina para ser un buen gestor, de caracteres y motivador. Hay ejemplos, que no citaré, en un sentido y otro, sencillamente por el hecho de que estas dos profesiones son bien diferentes. El fútbol es muy complicado, como dice el del anuncio. El jugador hace lo que cree y cree en lo que hace, siempre que la propuesta otorgue resultados. Entonces es cuando el jugador se entrega a su entrenador. El técnico se gana a sus subordinados cuando les convence, pero desde el conocimiento y no por la simpatía. El cargo es una carga para quienes no lo saben gestionar y es una herramienta para quienes ponen su persona por delante del principio de autoridad que les concede esta condición. José Luis Mendilibar, entrenador del Eibar, colgó las botas con 32 años y 497 partidos, la mayoría en Segunda, pero no llegó a jugar en Primera y en el Athletic. Su hoja de servicios de 27 años entre banquillos tiene de todo. En la 2005/06, le llegó su momento y se puso al frente del Athletic. La posibilidad de resarcirse de su etapa de jugador no salió bien y su experiencia fue muy breve. Fue destituido en la décima jornada. Cuestionado por este periodista sobre su despido, me llegó a confesar que los jugadores a su cargo no creían en él porque no le habían visto jugar en Primera. José Gomes tampoco despuntó como futbolista y no pasó de Tercera, como le recordó a Paco Gregorio en una entrevista cargada de 'sustancia'. Pero como entrenador ha pasado por 17 banquillos y 7 países con solo 50 años -Luis Miguel Ramis debutó en Segunda en la UDA con 46 años- y los jugadores creen en él, en lo que dice y hace, porque los resultados le avalan.

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