Desde hoy afronto seguramente una de las experiencias profesionales más ilusionantes de mi corta estancia en el periodismo. Cuando leáis esto servidor ya estará camino de Madrid, donde esta tarde empieza la Copa del Rey. Un evento que pude vivir en directo, con aquella icónica canasta de Llull en el Carpena en 2014. Un lustro después, las vivencias serán diferentes. El poso es más amplio, así como el bagaje. La idea ahora es vivirla desde dentro, conocer sus entresijos. Eso implica jornadas de trabajo maratonianas, aceptadas de buen gusto con la vocación como gasolina. Realmente es lo que mueve a una profesión como el periodismo, tan denostada desde algunos prismas. Indudablemente, la idea es disfrutar de la cita desde todas sus aristas. Ver a esos ocho equipos en directo, con sus ocho aficiones impregnando de color una ciudad. Dicen que lo amplio de la capital hace que el ambiente no sea tan mágico como en otros lugares más pequeños como Málaga o Vitoria, pero se intentará disfrutar. También se podrá vivir en directo el trasiego constante en el hotel de los clubes, con los agentes y directivos apuntalando contratos para la temporada que viene. Se debe sentir la misma adrenalina que en un cierre de mercado. Por encima de todo hay ganas de comprobar de qué es capaz el Unicaja, el principal motivo de mi viaje. Hay expectación por calibrarlo en el primer escenario de nivel en la temporada. Ver la respuesta ante equipos de superior rango. Se le resiste la Copa en la última década, donde sólo ganó un partido. Botín insuficiente para un club de tal calado en el baloncesto español. Una aventura más para echar a la mochila y seguir con este aprendizaje continuo. No sabemos las páginas que tendrá el libro, si se acabará dentro de meses o durará toda una vida. Pero sí está claro que hay ganas de seguir devorando líneas. Madrid es el siguiente reto, el siguiente examen. En una semana nos leemos.