Con n ese nombre de golpe de billar, definió Santiago Segurola el taconazo de Suárez que terminó en gol ante el Mallorca. Inmediatamente al decirlo, el veterano periodista me hizo acordar a mi padre y aquellas veces cuando jugábamos al billar. Las carambolas, las maneras de hacerla y el nombre de los golpes para que la bola blanca lograra impulsar su cometido formaban parte de la jerga. Lo que hizo el uruguayo, escorado a la izquierda, de espaldas, con defensor y portero incluido, tal vez no haya sido exactamente un massé, ya que la pelota picó y se elevó. Pero esa reacción del comentarista para describir la acción, se me antoja la más cercana para explicar un golpeo que se tradujo en gol y que inmediatamente comenzó a dar la vuelta al mundo. Creo que nunca he visto convertir un tanto con ese tipo de dificultad técnica. Nunca, que yo recuerde, alguien no solo se atrevió a tirarlo sin hacer el ridículo en el intento, sino también de meterla en el único hueco que existía entre los obstáculos y la línea de meta. Golazo, que de no ser por los seis balones de oro que Messi ofreció a la afición y su treinta y cinco hat-tricks, hoy solo se hablaría del Gordo Suárez. Después de la inédita obra de arte, me acordé de Panenka y su decisorio penalti en la Eurocopa del 76 ante el mítico Sepp Maier. Ese gol que dio el triunfo a los checos frente a los alemanes, tomó el nombre de su ejecutor debido a su carácter inédito. Maier le había adivinado a Panenka el palo hacia donde iba a disparar, y en el camino el mediocentro decide picarla. Gol y triunfo europeo. La forma y su significado, trajo consigo el apodo con el que se conoce a ese tiro que tanto le gusta a jugadores como Sergio Ramos, tal vez el más fiel admirador del checoslovaco. Ahora Luis Suárez ha ofrecido al mundo futbolero una nueva entrega en las formar de hacer gol. Massé, la Suárez o como se llame de ahora en adelante, si alguien logra repetirlo.

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