Esta tarde he regresado a la biblioteca de Aguadulce para buscar algunos versos de Pilar Quirosa sobre el mar, que sean el pie forzado del concurso de "Microrrelatos de Roquetas", donde ambos participábamos como jurado. Y qué mejor que unos versos de la amiga con la que hasta el año pasado buscaba versos de otros autores y que ya no participará más. Temprano levantó la muerte el vuelo. Y siento cierta orfandad al tomar decisiones que otras veces compartíamos.

Antes de entrar en la biblioteca me encuentro el rumor de los estudiantes que hacen un descanso en la tarde de un viernes, que toman café o charlan en algún poyete de la plaza y que observan distantes a este señor de barba que entra buscando versos. Dentro hay distintas salas, mamparas, zonas de lectura de revistas y un bibliotecario que no conozco, muy metido en su oficio de préstamos. Poco que ver con aquella única sala en la que yo estudiaba oposiciones hace muchos años y charlaba de vez en cuando con Charo, su bibliotecaria, sobre novelas casi siempre y a veces de poesía.

He encontrado la estantería donde están los libros de poesía; no ha cambiado tanto, entre novedades sigo reconociendo poemarios de entonces. Y así, al buscar los de Pilar Quirosa, me he cruzado con algunos de los libros que, siendo joven y opositor, sacaba de vez en cuando para leer allí mismo en los descansos del estudio. Interrumpía el temario de lengua y literatura, cargado de gramática y fechas y nombres, y me sumergía en aquellos pequeños libros de poetas que no conocía. Algunos eran autores almerienses que de alguna manera envidiaba porque tenían su poemario que hablaba del mar, de las pitas, de los paisajes áridos y montañas cercanas (Julio Alfredo Egea y sus versos llenos de pájaros y humanidad, Paco Domene y aquel día hábil que tanto admiraba, José Antonio Sáez y el grupo Batarro, Pura López con sus versos de asfalto, Ana María Romero Yebra y las lágrimas de Penélope, Santano y sus profecías de otoño, Ceba y su claridad y, claro, Pilar y ya por entonces Orión). Quién me diría que un día los iba a conocer, que tendría trato sobre versos y amistad, que es en definitiva lo que nos da esta doncella tierna que decía Cervantes que era la poesía. Luego había otros autores más lejanos, a los que, sin yo saberlo, los encuentros "Poetas y jóvenes", después de veinte años, me permitiría conocer: Rosillo, García Montero, Cuenca, Carvajal, Aurora Luque, Amalia Bautista, Rafael Guillén, Aberasturi y con los que pude hablar de adjetivos, de estrofas y de los temas de siempre, que en definitiva son el tiempo, el amor y la muerte.

A veces, con los años, me parece que la poesía ha perdido aquella magia admirativa con la que me acercaba y mi trato con ella es más esporádico y sencillo, como el arriero que canta mientras trabaja y vive, pero a su vez siento el agradecimiento de que me haya llevado por estos caminos que me permiten hablar de ella cada mañana a los alumnos y conocer amigos y poetas como Pilar Quirosa.

Mientras repaso y toco los libros de la estantería de poesía buscando versos suyos me he cruzado con el que fui y con tantos nombres que hoy forman parte de mi sentimentalidad y eso es Pilar Quirosa, el lugar del abrazo con los otros. Y mientras, sigo "buscando el silencio del mar", un verso de "Valle de Lanz" que bien podría servir para la nueva edición del certamen de microrrelatos de Roquetas. Gracias Pilar, por ayudarme a buscar esta tarde.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios