Las semanas pasan, los partidos se suceden de forma frenética y, casi sin darnos cuenta, ya se ha completado casi un cuarto de la competición. El transcurso del tiempo permite, en cualquier ámbito de la vida, sacar conclusiones, valorar detalles que parecían pasar inadvertidos y aprender de errores que ahora se contemplan desde la distancia. También ocurre esto en el deporte, en el fútbol y, achicando la escala, en la UD Almería. Si algo nos han dejado claras estas primeras jornadas de competición es que la amplia plantilla con la que cuenta José Gomes es sinónimo de un sinfín de posibilidades futbolísticas. Esto, que parece una perogrullada, no siempre es así, y es que estamos cansados de ver vestuarios repletos de jugadores planos e incapaces de aportar cosas diferentes sobre el césped. Afortunadamente, no parece que sea el caso de esta UD Almería. El centro del campo quizás sea la prueba más fehaciente de esto. Mientras De la Hoz es trabajo y Morlanes es creatividad, Samú Costa -se agotan los calificativos para describir la irrupción del joven portugués- es un todo capaz de abarcar la medular por sí mismo. Algo similar sucede en línea de tres cuartos, donde Aketxe o Villalba aportan visión de juego, Carvalho, Lazo o Appiah calidad y verticalidad y Corpas, tocado por una varita, sacrificio y profundidad, aprovechando balones al espacio. En punta de ataque, por su parte, Sadiq es capaz de fijar a los centrales, teniendo a un atacante móvil como Juan Villar en el banquillo a la espera de aprovechar esta libertad que el nigeriano permite. Todo esto, sin haber visto lo suficiente a jugadores como Mendes, Juan Gutiérrez, Olivera, Robertone o Ramazani que, con el beneficio de la duda, todavía pueden complementar aún más lo que ya hay. Las contras de tener una plantilla larga son de sobra conocidas. Los pros también, y José Gomes tiene infinitas posibilidades en su equipo en función del rival, del partido y del momento de cada jugador. Una bendición que debe aprovechar.