Reencuentro inesperado

Ella notaba en determinados momentos la presencia de alguien, lo cierto es que estas sensaciones le preocupaban, al punto de pensar que podría tener alguna enfermedad mental

A la mañana siguiente Carmen tenía que desplazarse a las afueras de la ciudad, para enseñar una casa en un barrio bastante conflictivo. Se levantó nuevamente con aquella sensación extraña, algo le decía que no debía acudir a la cita; pero nunca dejó que esos presentimientos le afectaran profesionalmente. Se presentó un rato antes de la hora concertada para enseñar la casa, lo hacía siempre por costumbre, para ventilar las viviendas y poder comprobar que todo estaba en condiciones óptimas. Cuando se encontraba ordenando unas cajas, en una de las habitaciones de la segunda planta, escuchó un sonido y se dio la vuelta sobresaltada…

Todo fue tan rápido, escuchó una fuerte explosión, un estruendo que la dejó aturdida mientras sentía una quemazón intensa en el vientre, notaba que las fuerzas la abandonaban y no pudo evitar caer fulminada al suelo, no le quedaban energías para pedir auxilio, pasaron unos segundos hasta que el dolor empezó a desaparecer progresivamente, la angustia se apoderó de ella cuando advirtió se le escapaba la vida entre sus manos. La última imagen que vio antes de cerrar definitivamente los ojos, fue la cara de su hija; lo que más quería en su vida…

Cuando llegó la policía al lugar del crimen, alertada por varios vecinos que habían escuchado lo que parecía un disparo, fue demasiado tarde. A su marido le dijeron que había sido un robo con un desenlace fatal, desgraciadamente Carmen, estaba en el momento y lugar equivocado. Evidentemente, quién lo pasó peor fue su hija, que intuyó que algo no iba bien cuando su padre la recogió del colegio, posteriormente al recibir la noticia en el coche entre lágrimas pidió a su padre que la llevase a casa, una vez allí se encerró en su habitación y se negó a salir y a comer. No quiso asistir al funeral de su madre; no tenía fuerzas para verla en aquellas circunstancias…

Los años pasaron y la situación se fue calmando, desgraciadamente el tiempo cura las heridas pero no hay nada que haga desaparecer las cicatrices; Fernando tenía que trabajar el doble, para poder sacar la casa adelante. Y así, la niña, convertida en una hermosa joven, se refugió en malas compañías, empezó a adoptar hábitos pocos saludables, tratando de huir de la realidad y de llamar la atención para que los demás fuesen conscientes del dolor tan grande que tuvo que soportar.

Ella notaba en determinados momentos la presencia de alguien, lo cierto es que estas sensaciones le preocupaban, al punto de pensar que podría tener alguna enfermedad mental; lo que al principio eran impresiones extrañas se fueron convirtiendo en percepciones físicas como caricias en la piel o como si peinaran su cabello. No se daba cuenta de que su madre estaba más cerca de ella de lo que pensaba. Una mañana la joven escuchó sonar el timbre de la puerta, no tenía ganas de levantarse e hizo caso omiso, quería seguir durmiendo pues hacía tan solo un par de horas que se había acostado; pero el timbre continuó sonando, recordó que su padre aún permanecía de viaje por motivos laborales y, desconcertada por tanta insistencia, decidió levantarse para abrir la puerta de entrada y comprobar quién podría ser; sin embargo no había nadie tras el portón. Con cierto coraje dio un fuerte portazo, miró por la ventana y se percató que había alguien en el banco del jardín en el lugar donde solía sentarse su difunta madre a leer cada tarde. En aquel momento, deslumbrada por la luz del sol, no podía identificar de quién se trataba, pero aquella silueta le resultaba familiar. Salió al jardín y notó el frío del rocío bajo sus pies, hasta aquel instante no se había percatado de que iba descalza, pero no le importó, intrigada se dirigió lentamente hacia el banco del jardín; y cuando se encontró a una distancia próxima, la mujer que había sentada giró su cabeza hacia ella con una sonrisa en su rostro, descubrió paralizada que era su madre.

Al comprobar que su hija quedó petrificada, Carmen se levantó y le dio un fuerte abrazo, la joven pensaba evidentemente que estaba soñando, no daba crédito a lo que sucedía, pero no quiso dejar pasar aquella oportunidad de abrazar a su madre, antes de despertar de aquel maravilloso sueño. Se sentó en el banco emocionada junto a su madre; ambas mantuvieron una conversación fluida durante horas, tenían tanto que contarse, y cuando ya estaba oscureciendo, Carmen le preguntó si quería entrar dentro de casa, pero su hija le dijo que no, que no podría estar mejor, tenía miedo de que ese momento tan especial se acabase.

Carmen le explicó que no se trataba de un sueño, que había regresado del más allá para terminar lo que había dejado pendiente en este mundo. Había vuelto para enderezar la vida de aquella joven inocente e indefensa, que perdió su camino. Durante algunos días estuvo cuidando de su hija e intentando recuperar parte del tiempo perdido, tratando de que recapacitara sobre los años que había desaprovechado. Mientras mantenían una de estas conversaciones, sentadas en el sofá, escucharon la puerta de entrada, era Fernando que regresaba del viaje que tenía programado. Cuando su padre vio la luz encendida del salón, se alegró porque supuso que su hija estaba en casa y eso no era lo habitual últimamente. Al entrar, él también quedó paralizado al ver a su mujer, no podía creer lo que estaban viendo sus ojos; Carmen le invitó a sentarse junto a ellas para explicarle todo.

A la mañana siguiente, padre e hija, buscaron en vano a Carmen por toda la casa, pero ya se había marchado. En la mesa, junto a la chimenea, encontraron una nota con excelente caligrafía, una carta de despedida, en la cual les pedía que no estuvieran tristes, que ella siempre cuidaría de los dos; que había cumplido con su cometido y debía retornar al más allá. Dedicó antes de despedirse unas palabras a su hija, pidiéndole que volviera a encontrar su camino y cumpliera su sueño de convertirse en profesora y le recordó que ella había sido la razón por la que fue feliz en la vida.

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