En cinco días el Almería puede ser equipo de Primera División. Así de sencillo y a la vez tan complicado. Escribir la primera frase incluso no entra dentro del espacio de la utopía que era hace tres lustros. Recuerdo, teniendo diez años, una charla con mi padre cuando ese Almería de Casuco se metió en ascenso en los primeros compases de competición. "Queda mucha liga y hay equipos mejores'', me respondió para frenar la ilusión. Llevaba razón. 17 años después también hay rivales mejores. Porque aunque el gol valga dinero, esto no es la videoconsola y el Almería no está entre las dos plantillas con el modelo de juego más definido ni un técnico que lleve trabajando al equipo desde temporadas atrás, ni siquiera al comienzo de temporada. Ha cometido incluso errores grotescos en partidoS y fuera de ellos la planificación no ha sido la ideal para un objetivo tan ambicioso. No será sencillo realizar el análisis de una temporada en la que acabará en torno al quinto conjunto que menos encaja teniendo prácticamente cada jornada la sensación de conceder mucho con poco del rival. Por no hablar de los 27 puntos que se han escapado del Mediterráneo. Pero la realidad es que no queda mucha liga como hace 17 años, sólo cinco días para que expire la fase regular y en dos partidos hay escenario para todo. Pasado mañana el Huesca puede materializar la segunda posición, pero también que a ésta se encarame el Almería, incluso el Zaragoza. El espectáculo no engloba sólo al juego, siendo lo ideal un viaje a Ponferrada, donde los de Bolo se juegan la vida tras cinco derrotas seguidas, cuatro sin anotar y seis sin ganar; también un Mediterráneo a rebosar con recibimiento al autocar. Pero el coronavirus manda -algunos descerebrados no lo entienden- y será una semana de ascenso atípica. Pero, al fin y al cabo, con un ascenso en juego, lo realmente importante. Cuídense con las uñas.

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