Sobresalto

Sobresalto / Juan Antonio Muñoz Muñoz

Incluso cuando una humareda es natural, o el efecto de un accidente fortuito o de un gamberrismo incivil, destempla y asusta, como si la normalidad de los días, por desigual que resulte, pudiera alterarse ante un sobresalto que desconcierta las rutinas. Pero si se trata de una conflagración, como la que afecta a Ucrania por la invasión del ejército ruso, el espanto de la guerra perturba a buena parte de la población ajena a las sinrazones bélicas y a la desalmada bravuconería de sus promotores. Aunque la guerra sea un mal extendido por confines lejanos —que no reclaman la actualidad de los noticiarios—, cuando se abre en ciudades y calles como las que resultan propias y las gentes que huyen o se esconden despavoridas son como vecinos o compatriotas, la turbación afecta en gran medida y el miedo parece extenderse por la cercana evidencia de su causa. Algunas repulsas argumentan que no es comprensible esta guerra en el siglo XXI, pero se olvida que las guerras suelen desencadenarse precisamente tras el anuncio de que no comenzarán. Y este tiempo posmoderno y remolón, que parecía ajeno al belicismo, pone fácil a los déspotas sus propósitos y evidencia la limitada y calculada reacción para hacerles frente.

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