Análisis

Pablo Martínez -Salanova Peralta

Trabajo por delante

El primer premio femenino del Balón de Oro queda eclipsado por lo mismo de siempre

O estoy yo muy desconectado o la entrega del Balón de Oro de este año ha tenido muchísima menos repercusión mediática. Y mira que era como para prestarle la atención que merece que el galardón no fuera por primera vez en una década a parar a las manos de Messi o Cristiano. También es cierto que lo de que Luka Modric iba a ganarlo estaba cantado desde el pasado Mundial, algo que tampoco ayuda mucho a darle emoción a la cosa.

Además, los extraterrestres del fútbol, ya que no iban a ganar, privaron al resto de mortales de su magna presencia en la ceremonia, con lo que nos quedamos disfutar de los trajes absurdos y de los grititos irritantes.

Enhorabuena al señor Modric, pero sigo diciendo que la campaña que se hizo y el momento en el que le ha llegado han jugado muy a su favor. Porque, si bien es merecido este reconocimiento, no lo es más que el que habría que haberle dado a Iniesta o a Xavi aquel año.

Pero bueno, criticar la elección del ganador es tan antiguo como el propio certamen, que tiene medio siglo de historia. Y esta edición no solo contaba con la novedad de que no iban a ganarla los de siempre, es que por primera vez en 50 años se iba a reconocer también a una mujer. Ya era hora, porque hay cada vídeo por ahí de chicas haciendo virguerías que más quisieran muchos.

¿Y qué ha pasado? Pues que va el presentador y le pregunta a la ganadora, la noruega Ada Hegerberg, si sabe bailar twerking (que según los de la ESO es un baile en el que básicamente se menea el culo a tope). Y ya la tenemos montada, normal. Porque Hegerberg ganó la temporada pasada el triplete: Liga, Copa y Champions con el Olympique de Lyon, en el que promedia más de un gol por partido. Todo un desliz por el cual el conductor de la gala ya ha pedido perdón, pero que ha empañado (y eclipsado) lo que es un gran logro para el fútbol femenino, pero que al final es noticia de nuevo por lo mismo de siempre. Queda tanto trabajo por delante.

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