Análisis

andrés garcía Ibáñez

Turismo cultural: la ciudad de la cultura de Olula

Quizá sea demasiado pronto para analizar el incipiente hecho turístico en el Almanzora, acaso la más olvidada comarca almeriense por parte de las instituciones, y aún más el específico de carácter cultural, pero, en todo caso, podemos hacer notar ya cómo un proyecto cultural como el de la Ciudad de la Cultura de Olula del Río, aún en proceso de materialización, está marcando un hito histórico y conformando una identidad cultural asociada a lo artístico de muy alto nivel en una provincia como la de Almería, caracterizada por los páramos culturales continuados durante décadas y con un más que discreto corpus patrimonial artístico, tanto mueble como inmueble. La apuesta cultural de este complejo museístico y cultural no tiene precedentes históricos en nuestra provincia y la calidad de las colecciones que lo integran ha constituido una auténtica revelación a nivel nacional, quizá también por el contraste entre su esplendor y el carácter rural y degradado de muchas de las poblaciones de su entorno. La primera condición para que surja un turismo cultural de calidad es que exista un recurso caracterizado por la excelencia y la fuerte singularidad, y la Ciudad de la Cultura cumple ambas condiciones sobradamente. Conjunto dotacional que se ha ido gestando poco a poco, durante casi un cuarto de siglo, la Ciudad de la Cultura es un cúmulo de esencias muy pensadas y sofisticadas, un lugar para el deleite estético y poético. Los casi doce mil visitantes que el Museo Ibáñez y el Centro Pérez Siquier recibieron el año pasado regresaron a sus casas emocionados, tonificados y enriquecidos tras la experiencia. Sus comentarios posteriores, vertidos en redes y otros canales de comunicación, colocan al valle del Almanzora en lugar privilegiado del arte en nuestro país y lo revisten de un prestigio antes desconocido para estas ignoradas tierras. Ha de pasar un poco más de tiempo, pero La mujer del Almanzora, escultura monumental en mármol de Antonio López, el mayor artista español vivo, es una auténtica tabla de salvación y prestigio para la piedra blanca de Macael, tradicionalmente usada para revestimientos y muy rara vez por escultores de importancia.

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