La noticia que los amantes del tenis no queremos leer, posiblemente comience a estar cerca de producirse. Hay quien dice que 2020, quizás unos años más adelante, pero lo cierto es que queda poco para que Rafa Nadal guarde su raquetero en lo más profundo de un armario de su casa y las raquetas se vayan destensando poco a poco. Ahí se pondrá el punto y final a la carrera del que, a mi juicio, ha sido el mejor deportista español de todos los tiempos. Sin duda, un señor, un ejemplo para todos los chavales por la manera en la que vive su deporte y por la exquisita educación que atesora. ¡Qué diferencia entre este balear, que se escondía de las cámaras mientras recogía con una pala el barro el día de las inundaciones en Sant Llorenç des Cardassar, con los gobernates de sus islas que despilfarran el dinero público en chorradas ideológicas! España sólo mejorará como país cuando sus gobernantes tengan los valores que atesora este zurdo, que nos ha tenido tantas horas pegados a la televisión, bien ante la arcilla bien ante el césped o el cemento. La evolución normal de cualquier buen deportista, de superhombre sobre la pista en sus primeros años a más comedido conforme las lesiones van lastrando, es la que ha tenido Rafa Nadal. El de Manacor ha sido sensato, ha preferido perder el número 1 a evitar una grave rotura muscular que pueda anticipar su retirada. O incluso que pueda afectarle a su vida personal el día de mañana. En esto del deporte no se trata de querer jugarlo y ganarlo todo, como en su momento Cristiano Ronaldo y Messi; también hay que saber escuchar a tu cuerpo y dosificar tus energías. A diferencia del fútbol, donde hay cambios y se pueden tapar los bajones físicos, en el tenis eres tú contra el rival y a veces tu físico. Por eso, pese a que nos da recelo pensarlo, Nadal ha tomado la mejor decisión para este final de año. El que viene, seguro que será mejor.