Dicen que escapó de un sueño, en casi su mejor gambeta. Que ni los sueños respeta, tan lleno va de coraje, sin demasiado ropaje y sin ninguna careta. Dicen que escapó este mozo, del sueño de los sin jeta. Que a los poderosos reta y ataca a los más villanos, sin más armas en la mano que un 10 en la camiseta". Con esta letra Los Piojos quisieron homenajear a Diego Armando Maradona. Lo hicieron en vida del astro, en el año 1996. Cuando Maradona, quizás, era para los que nos sentíamos por entonces unos jóvenes desclasados, la figura más cercana al Che Guevara. Diego el crack, el ídolo rebelde de generaciones. El vengador dentro de una cancha de una guerra absurda y trasnochada. El que en el mismo partido le convirtió a los piratas ingleses dos goles antológicos. Absolutamente diferentes, donde la picardía y la genialidad que conformaban al máximo exponente del ser argentino, se sintetizaba en un grito de gol. El gol es lo más revolucionario que puede suceder en el mundo actual. La proeza de David contra Goliat, capaz de levantar a un país entero. Con esa camiseta impregnada por el sudor del Cid Campeador made in Argentina, se resolvió la guerra en aquella batalla. Un gol con la mano, pero no una mano cualquiera, sino la mano de Dios escondida detrás de la cabeza para que solo Peter Shilton pudiera verla. Su testimonio no convenció al árbitro tunecino quien validó el tanto. El segundo gol fue pura poesía con todo el equipo inglés cayendo detrás y delante del Diego ante cada acrobacia sin que se le despegara el balón de las botas. Sin lugar a dudas, si Dios existe, ese día iba con Argentina reencarnado el aquel morocho retacón que había ascendido de la villa al firmamento. Uno de los hechos más significativos del siglo XX, según la casa Sothebys, encargada de la subasta. Un comprador anónimo y online, pagó 8,4 millones por quedarse con el manto sagrado de los argentinos. La cifra más grande pagada por un artículo deportivo. El arma que utilizó el súper héroe durante 60 años para enfrentarse a los malvados.

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