Análisis

Manuel Carmona Powell

Un disparate tran grande como un tren

Mesa del ferrocarrilSerie de relatos de varios almerienses recibidos en la convocatoria de este año con motivo de la actual controversia de la cuestión del ferrocarril en nuestra provincia."Estaba convencidode que rememorar su profesión de ferroviario sería una excelente terapia"

Mi abuelo fue noticia en multitud de medios de comunicación. Tras 24 años en situación vegetativa había burlado a un coma, teóricamente, irreversible, despertando con 86 otoños a punto de cumplir y con una lucidez envidiable.

En un cónclave familiar planificamos cómo aplicar las pautas que nos habían recomendado para evitarle shocks emocionales o contribuir a desentumecer sus extremidades.

Tres días por semana tuve el privilegio de flexionar sus piernas, masajear sus manos y ponerlo al día de acontecimientos relevantes a nivel familiar y mundial. En la tercera sesión me preguntó, sin rodeos, por su esposa y opté por decirle la verdad. La abuela hacía seis años que nos había dejado. También, que sus hijos e hijas habían contribuido al ciclo de la vida aportando encantadores nietos que no tardaría en conocer.

Para que mis relatos, sobre los grandes avances de la ciencia, fueran creíbles utilicé una tablet. Le enseñé imágenes del Perseverance recogiendo muestras en marte, autobuses que se desplazaban sin conductor o una prótesis ortopédica de una pierna izquierda, realizada por una impresora 3D, destinada a un amputado que retomó, en menos de dos meses, su pasión por el alpinismo.

Estaba convencido de que rememorar su profesión de ferroviario sería una excelente terapia. Era su primer nieto y recordaba, vagamente, historias como las llamadas de urgencia para que formara parte del "vagón de socorro" que auxiliaba a víctimas de descarrilamientos. También, la importancia que le daba al compañerismo o la expresión "ya ha pasado el tren por Pinos Puente" que significaba que era la hora del desayuno.

Volví a recurrir a la tablet para que viera un breve montaje de vídeo que le había preparado sobre la actualidad ferroviaria almeriense. Incluía: panorámicas aéreas del cargadero de mineral y la estación. Entrevistas con usuarios indignados porque su tren a Sevilla, al igual que el Guadiana, desaparecía y le daban "el cambiazo" por un bus durante un buen tramo. Fragmentos de mítines de promesas de AVE y de mítines reprochando a los que no habían cumplido sus compromisos de mitin -tanto por el flanco ideológico de derecha como por el de izquierda-. Colectivos sociales, empresariales y sindicales denunciando, con acreditada constancia, las promesas incumplidas y las graves consecuencias socioeconómicas de nuestro déficit ferroviario. También, incorporé el siguiente ejemplo de agravio comparativo: Granada/Barcelona (AVE) 6 h 22 m. Almería/Barcelona 10 h. 16 m. El primero, además de veloz, tenía asientos mullidos, prensa y vagón comedor. El segundo, bastante mejor, que una diligencia del far west.

Tras los siete minutos de duración, en el que mi atención se había centrado en mantener estable el dispositivo, observé con horror que mi querido abuelo tenía el rostro rojo bermellón. Era evidente que había sido un inconsciente al compartir mi indignación con un ferroviario de vocación al que había creado falsas expectativas de modernidad.

Procedí a tocar la alarma y llegó una diligente y amable enfermera que me tranquilizó a la vez que me indicó que debía dejarle descansar.

Antes de irme y como desagravio por el soponcio que le había causado, busqué en yotube algo que recordé le hacía reír. La memorable escena de "Los hermanos Marx en el Oeste" en la que desarmaban, literalmente, un ferrocarril. ¡Traed madera!.¡Traed madera!.

Dedicado a mi suegro Roque Criado Hernandez. Ferroviario.

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