Mens sana in corpore sano. Esta cita latina ha llegado hasta nuestros días asociada a que hacer deporte es bueno. Es bueno para tu cuerpo, y si tu cuerpo está en forma, tu mente también lo estará. Esta gran verdad la vino a desarrollar siglos más tarde el Cordobés con su disertación filosófica de "zano, ze cuerpo, tener potencia, zer feliz, quererte tu mismo, a quererte tú mucho, quiere también al que tiene a tu lao y todo zale de verdá, de deporte".
Y digo que el sentido de la frase tal y como hoy la conocemos no fue el original, sino que se trata de un comentario satírico de una obra del conocido por todos poeta latino Juvenal, de finales del siglo I y principios del II después de Cristo, que criticaba la costumbre del pueblo romano de pedir cualquier tipo de favor divino a toda deidad que se moviera y reivindicaba la oración únicamente para pedir por una mente sana en un cuerpo sano y no por cualquier chorrada que se te ocurriera.
No ha cambiado mucho la cosa en nuestros días, porque muchos solo nos acordamos de Dios cuando le vemos las orejas al lobo. Y cuando uno se encuentra estupendamente se olvida rápido de lo bien que se está cuando se está bien, y en sus oraciones seguramente tendrá más presente el bote de la Primitiva. Pero luego llega una inflamación pleural que te hace ver las estrellas con el simple hecho de respirar y mientras te doblas como una alcayata, clamas al cielo en la oscuridad de la noche para que el Señor aparte de ti ese cáliz.
Y es entonces cuando ves cómo todo tu mundo, que a duras penas mantienes bajo un inestable equilibrio, se viene abajo y no puedes hacer nada por evitarlo. Por suerte, a falta de toda esa legión de dioses de la que gozaban los romanos, está esa persona que, mientras tu mente y tu cuerpo no están sanos, saca la fuerza de un titán para ayudarte a restablecer ese equilibrio imposible y para la que no hay palabras, ni en latín ni en castellano, para agradecérselo lo suficiente.
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