Que proyectos tan ambiciosos (y bonitos) como la Levante Cup se puedan realizar y no se queden simplemente en un esbozo sobre el papel es la consecuencia directa del entendimiento entre la iniciativa privada y la gestión pública. Si algo consiguen este tipo de competiciones de cara a la reputación de los ayuntamientos, algo que se tiene muy en cuenta siempre por la clase gobernante local, es mejorarla. Y, ojo, no con gestos de cara a la galería. No con dinero que se 'tira', como sucede en muchas ocasiones con eventos de toda índole, sino con una inversión (que no gasto) que genera un retorno económico real y directo, palpable, y que, como dirían algunos políticos en campaña, va "directamente a los bolsillos" de distintos sectores económicos (hostelería, comercio...) de cada uno de los pueblos que se suben al carro del deporte de base .

Así lo ha sabido ver la Diputación y también los ayuntamientos de Vera, Garrucha, Mojácar, Antas y Huércal-Overa, cuyos municipios recibirán a varios miles de personas, llegadas desde todo el territorio nacional y que posiblemente repitan en un futuro, una vez que conozcan los encantos y lo 'agustico' que se está en el Levante Almeriense.

Apostar por el deporte nunca es una equivocación. Por supuesto, el fomento de su práctica entre todas las edades, y especialmente para los niños, ha de ser un eje troncal de cualquier gestión pública en la administración que sea, que debe ser implementada desde distintos frentes: construyendo y manteniendo instalaciones deportivas, ayudando a clubes y deportistas, poniendo en marcha escuelas deportivas de múltiples disciplinas... etc. Complementar este 'mínimo exigible' con apuestas como la referida, que van mucho más allá del deporte para ubicarse en la dinamización económica y la promoción turística de cada territorio, es un valor añadido digno de aplauso que evidencia inteligencia política. Que cunda el ejemplo.

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