Manu Muñoz (Cabo de Gata, 1977), es un pintor que no precisa presentación en nuestra ciudad. Goza, desde hace mucho, de un más que merecido prestigio. Su extensa andadura se remonta a los inicios de los años noventa y, a partir de entonces, ha agotado con éxito todo tipo de experiencias pictóricas. Por no hacerme prolijo, citaré sólo tres etapas que guardo en la memoria y que permanecen indelebles por causas muy diversas: sus inicios, a muy corta edad, cuando aún no nos conocíamos personalmente, haciendo grafitis sobre las blancas paredes que acotaban solares de su pueblo; el paso por un período con notable influencia de Barceló donde alumbraba ya su amplio concepto de asimilación y, por último, su serie, con los plásticos de invernadero como soporte, cuyo color bilioso nos transportaba a la placenta sumergiéndonos en el oscuro vientre materno antes del alumbramiento. A esta etapa la bautizó con el acertado nombre de El dolor de la luz y Capuleto, asombrado, adquirió un cuadro del joven artista.

Ahora la Galería Acanto recoge una muestra de sus últimos trabajos. La componen once cuadros y dos dibujos que están en la línea de sus últimas obras, que se han abierto espacios en galerías de Barcelona, Oviedo, Madrid y Ciudad de México.

Bajo el título Glitch, once lienzos de pequeño formato cobijan cabezas de marcado carácter figurativo que se alzan poderosas sobre fondos planos, rotos, en su mayoría, por valientes pinceladas o trazos de grafitis que crean sobre los personajes un enigmático halo de misterio. Busca el pintor la armonía esteticista con sumo cuidado, pese a su apariencia de indeliberación. Por eso, el atavío de sus figuras no es casual. Los yelmos que cubren los rostros de los guerreros muestran una brillantez multicolor por donde penetra el óxido que corroe, como carcoma, la brillantez del casco. Las geishas muestran vestidos y adornos en su cabello que, por sí solos, adquieren la potestad de la belleza. Rostros amordazados por el color en un alarde de modernidad y técnica sabiamente conjugados.

Tratar de describir una imagen se me antoja tarea dificultosa, cuando no imposible. Por ello os invito a que visitéis la muestra y gocéis de todo su esplendor antes de que finalice el próximo siete de diciembre. No os la perdáis.

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