Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

Un juego de caballeros

Superada ya la primera veintena de días de este confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus, todavía está en el aire cuando va a empezar a volver todo a la normalidad en nuestras vidas, porque soy de los que tiene la esperanza de que el impacto que provoque todo esto sea el menor posible, uno de los que podamos recuperarnos con el tiempo. Dadas las circunstancias, y poniendo la salud como lo más importante, mejor ir despacio y con buena letra, por mucha ansia que tengamos de volver a los bares, descansar de niños o, para los que lo están pasando muy jodido, retomar la actividad en los comercios que están sufriendo las consecuencias económicas en este panorama nunca antes visto por la gran mayoría. Mientras, no nos queda otra que seguir en casa. Por suerte, en este diario seguimos trabajando cada día para mantener informados a todos los almerienses, lo que hace los que trabajamos en el mismo tengamos la mente durante muchas horas al día centrada en ofrecer la mejor calidad informativa posible en estas páginas. Aún así, la jornada laboral, como es evidente, se acaba y ahora no podemos dedicar nuestras horas libres a salir con los amigos a tomar unas cervezas o a pasear por la playa. Los que no tenemos críos ni pareja hemos encontrado un buen refugio en el típico plan de peli y manta. O serie y manta, en mi caso. Netflix, posiblemente, esté siendo junto a mi familia y amigos más cercanos, uno de los pilares más importantes de mi optimismo en estas semanas. Suena raro, pero es así. En esta plataforma he visualizado ya horas y horas y de su contenido y podría recomendar muchísimas cosas para que vean, pero me limitará a hacer referencia a la más reciente: Un juego de caballeros (The English Game). Me incitó a verla mi compañero y amigo Nico García. Es una serie de solamente seis capítulos que trata sobre los orígenes del fútbol moderno en Inglaterra, basada en la realidad (aunque con algún fallo histórico) de finales del siglo XIX, cuando los equipos de trabajadores empezaron a abrirse paso en un deporte que fue acunado en sus orígenes por las altas esferas de la sociedad inglesa.

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