Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

Los niños de albero

Los Eucaliptos, campo de la AD Parador, es un 'homenaje' (obligado) al balompié más añejo

C UANDO trabajaba para la radio, hace más de una década, y se avecinaba un fin de semana lluvioso, tenía claras dos cosas: que mi madre haría migas en casa y que la AD Parador, si le tocaba jugar como local, tendría que aplazar su partido. Cuando ya prácticamente todos los clubes de la provincia tenían sus instalaciones cubiertas de un imponente verde sintético, con algunas excepciones, en Roquetas de Mar quedaban aún varios reductos que te transportaban al balompié de antaño, al que dejaba las botas de los futbolistas llenas de polvo y no de caucho, al que tenía vestuarios con olor a reflex y no a Jean Paul Gaultier. Eran casetas en las que se respiraba un ambiente futbolístico mucho más puro que en muchas de las de ahora, donde cantidad de jugadores se entregan a una pantalla de móvil en vez de mirar a la cara a sus compañeros para celebrar una victoria o apoyarse en una derrota. Desde que comencé en 2003 en el apasionante mundo del periodismo he visto partidos en míticos campos como el Federativo Matías Pérez o el viejo campo de Los Ángeles, donde debuté como plumilla un sábado de septiembre de 2003 en un Oriente-Real Jaén de cadetes. También fue el estreno en la SER para Raúl Piñeiro, al que conocí precisamente esa misma tarde. Al día siguiente acudí a El Seminario para cubrir un Pavía-Parador, cuando los equipos de Preferente tenían plantillas con una calidad similar a la de muchos de Tercera de hoy en día. Y no exagero. Pero todos esos campos fueron desapareciendo, otros mejorando, dejando solos a feudos como el del Pillico del Aguadulce (ya inhabilitado), al que acudí en algunas ocasiones con mi primo Álex,que era jugador, y su míster y nuestro vecino Fran Fernández, actual entrenador de la UDA con el que también compartí viaje en una ocasión para hacer la crónica de un partido del Parador, entidad para la que FF trabajaba allá por 2008 , en Los Eucaliptos, único campo junto al de Las Chocillas que no ha cambiado nada desde que me dedico a esto, que sigue siendo un homenaje obligado al fútbol añejo, que sobrevive por la ilusión de unos críos que muchos días deben sacudirse las botas de albero al entrar a casa.

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