Análisis

ramón gómez vivancos-garcía

La objeción de conciencia en el fútbol

La vuelta a la competición se va aclarando. Se dieron los primeros pasos y comienzan a aparecer las primeras fechas estimadas de la particular desescalada del fútbol. Será a puerta cerrada, por muchos meses, pero aun así ha comenzado a aflorar en la afición aquella sensación postergada del fin de semana. En el horizonte, un arduo camino plagado de obstáculos, sin la opción de desechar una posible e inevitable marcha atrás en forma de rebrote de imprevisibles consecuencias. Sí, ya sé, a esta altura de la presente misiva habrá quien se pregunte si el fútbol es un bien de primera necesidad como para reiniciar su competición. Y un servidor le contesta que el deporte en general interrumpió su actividad durante el estado de alarma y que precisamente al término del mismo se va a reactivar la maquinaria futbolística con precaución, incluyendo medidas preventivas que a simple vista van a resguardar, con un alto porcentaje de éxito, a todos los profesionales del balompié.

La medida estrella pasa por la adquisición de una importante cantidad de test de Covid-19 por parte de la LFP para el seguimiento de los que se van a ver involucrados en la rentrée del campeonato. Lo hizo el estamento futbolístico de forma privada, sin embargo el gobierno no permite realizar test masivos. O sea, los que gestionan la mayor empresa que existe en este país, llamada España, no han sido capaces de conseguir test fiables tras varias intentonas, pero si una entidad privada los logra para sus empleados, los que fueron incapaces de obtenerlos vetan a los que sí los consiguieron. El mundo al revés. O mejor dicho, una prueba más de que cuanto menos se dependa de un gobierno, mejor funcionan las cosas. Resulta curioso que quien no marcha, impida el progreso de quien sí lo hace. También se podría defender la prioridad de los abnegados sanitarios, que realmente se merecen la Luna, pero por desgracia dependen de los que no marchan.

En medio de toda esta vorágine ha aparecido un jugador del Cádiz, Fali, declarándose objetor de conciencia del fútbol mientras no se erradique de la faz de la Tierra a este nuevo coronavirus. Lo primero que se me viene a la mente es su falta de solidaridad con diversos trabajadores; claro Fali, si hicieran lo mismo los sanitarios, los empleados de supermercados o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por poner solo algunos ejemplos, que deben acudir cada día al tajo, sí o sí, el virus ya no tendría nada que hacer. Eso, sin tener en cuenta que todas esas profesiones no son tan privilegiadas en el plano económico como la de un futbolista o un entrenador de la LFP, que además contarán con la prebenda de ser constantemente testados frente al Covid-19.

El fútbol es un deporte de contacto, de riesgo, como el que corre un servidor en un coche a la hora de visitar a un cliente. Tampoco se dio cuenta Fali de que en un partido de fútbol un jugador corre el peligro de quedar conmocionado en cualquier colisión, o de contraer el SIDA en un choque con sangre de por medio. En contraposición, me congratula la valiente opinión del centrocampista de la UDA, Fran Villalba, al apostar por la reanudación de la competición. La postura objetora de Fali es respetable, pero yo le diría que menos demagogia, y al tajo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios