No hay cierre de mercado de fichajes que no tenga su miga. Decía Embarba el miércoles que "es extraño que, teniendo un mes para moverse, se apure hasta última hora", refiriéndose a la anunciada marcha de Pacheco. Si Adrián, que lleva una década jugando a este nivel, sigue sin entenderlo, que nos imagine a nosotros, que observamos todo desde fuera con el único anhelo de que nos lancen algún escueto comunicado oficial repleto de frases hechas. Que Pacheco acumulase varios meses queriendo marcharse del Almería y lo lograse solo unos minutos antes de que enero expirara es tan rocambolesco como que un jugador lleve años aquí, sea importante para club, entrenador y afición, porte el brazalete, aparentemente quiera quedarse y se vaya a largar. Es el caso de César de la Hoz, cuya figura está más alejada que nunca de la UDA tras haber visto los hostiles mensajes entre El Assy y Álvaro Domínguez. Ambos se han declarado la guerra públicamente y, si lo de Pacheco sirvió como gasolina al fuego, no parece que lo del capitán vaya a actuar como agua apaciguadora, sino como otro chorro más de combustible para asalvajar las llamas. No obstante, es el único que aún no se ha pronunciado. Los que vemos este espectáculo desde la barrera presuponemos que el De la Hoz del césped será idéntico al que firma los contratos: un tipo sobrio, correcto, discreto. Poco amigo del ruido. De los de valorar la estabilidad. Queremos pensar, pues, que su deseo es quedarse y terminar esta polémica. Pero debe confirmarlo. Si fuese otro, no pasaría nada. Se dejaría marchar y a otra cosa. Pero hablamos de alguien que ya está entre las diez personas que más veces han vestido la camiseta unionista. Por eso, es necesario que afronte la realidad, desvele qué ocurre y cuente qué quiere hacer: si entregarle esta victoria a su representante u ofrecérsela en bandeja a El Assy. Con un matiz: ellos, aquí, apenas arriesgan su ego. César, en cambio, se juega su futuro. Casi nada.

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