Yaes oficial. A Cristiano Ronaldo podemos quitarle de delante lo de "presuntamente", porque ha sido condenado por cuatro delitos contra la Hacienda Pública. El portugués ha reconocido que se llevó calentitos casi seis millones de euros entre 2011 y 2014.

Es difícil decir, por mucha sentencia dictada que haya, que el futbolista fuera el cerebro de una trama de desvío de capital a paraísos fiscales. Ronaldo juega al fútbol y sus asesores podrían haber hecho el resto. Vale, aceptamos barco. ¿Y por qué admite los delitos entonces? Pues porque los antecedentes de otros futbolistas son como para pensárselo dos veces antes de jugar la baza de "discrepancia de criterios". Y entre pasarse muchos años en la cárcel y tener antecedentes penales, lo del pacto es un mal menor. Porque, por suerte para él, que además de guapo y joven es millonario, el mal mayor, que es pasarse un buen tiempo a la sombra, lo ha podido evitar poniendo una gran cantidad de dinero sobre la mesa.

Pero, aun en el caso de concederle a Cristiano el gran beneficio de la duda, es indignante que entrara en la Audiencia como el que sube la escalera de Cannes. Sin perder la sonrisa en ningún momento, hasta firmó autógrafos el tío. Pero, claro, para eso tiene que haber alguien que vaya allí a jalearle como si estuviera llegando al Bernabéu. "Ánimo", le decían, como a la Pantoja. ¿Ánimo para qué, cipollo? Si lo que ha tenido que pagar para eludir la cárcel, lo gana él en el tiempo que tarda en ir al váter y tú ni en cien vidas.

"Todo perfecto", dijo. Normal, acababa uno de los mejores jugadores del mundo de aceptar un fraude fiscal millonario y los compañeros de la prensa, con el olfato periodístico que les caracteriza, le hacen la gran pregunta de "Bicho, ¿volverías al Madrid?".

Pues no creo. Querrá dejar atrás todo esto y en Turín será más sencillo. Aunque, visto lo visto, aquí habría sido aclamado ya este mismo domingo como si de un honrado futbolista se tratara. Así que sí, todo perfecto.