Análisis

Pablo Martínez -Salanova Peralta

Mi perro se ha comido los deberes

¿Hay motivos para dudar de la rocambolesca historia del robo de la cartera de Owona?

No tuve yo en mi época que currarme muchas excusas por no asistir a clase. Básicamente porque había que ser muy osado para hacer pellas, porque en La Salle, el que se fumaba unas cuantas horas estaba perdido incluso antes de llegar a su casa, porque (como debe ser) ya habían llamado a sus padres. Los del Celia Viñas se carcajeaban de nosotros los pardillos.

Me tengo que remontar al Pleistoceno, porque, que les quede claro a todos los jefes que he tenido, nunca he tenido que inventarme una trola para no (o por no) asistir a mi puesto de trabajo. Ni el típico "Estoy con fiebre" o "Estoy flojo de la barriga". Nada. Es más, hasta que empecé a pedirme bajas como el que cambia de calzoncillos, podía estar orgulloso de no haber faltado al tajo por enfermedad más de cinco días en unos diez años. Y cuando se dio el caso eran de las de verdad, de las que la fiebre te hace ver dragones.

Al parecer, Owona, jugador del Almería, llevaba en paradero desconocido unos cuantos días. Y éste no es como Dembèlè, quien con decir que no sabía que había entrenamiento se queda en la gloria. Fijo que de chiquitillo el delantero del Barcelona tiraba de "Mi perro se ha comido los deberes" y salía airoso. Pero el bueno de Owona ha relatado con pelos y señales el motivo por el que no había podido salir de su país y reincorporarse a la disciplina del Almería el ya lejano 30 de diciembre.

¿Hay por qué dudar de la rocambolesca historia del camerunés? Pues casi que no se puede, porque no tiene ni un solo cabo suelto el supuesto robo de su cartera, con todos sus papeles y dinero, por un amigo de confianza, que es ahora el que está en paradero desconocido con mil euros en el bolsillo. Eso es ahora cosa de la Unión Deportiva Almería, pero si algo aprendí de joven de las novelas de Frederick Forsyth, es que detrás de un expediente perfecto que no admite duda alguna, no hay sino una perfecta mentira que cubre al espía de turno.

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