En el fútbol actual la palabra reforma está a la orden del día, totalmente implantada en las diversas entidades. Toda plantilla, una vez acabado el curso, sufre alguna modificación de cara a la nueva temporada por pequeña que sea esta. Bien por un cambio de categoría, bien por un mal año, bien porque algún futbolista tenga una mejor oferta... Es habitual que un jugador cambie de club con cierta asiduidad, en algunos casos saliendo a casaca por año a lo largo de su trayectoria deportiva. Apenas quedan one club men, tan comunes en el siglo pasado, en el balompié de hoy en día. Así, no es de extrañar que, en plena campaña, abierto de nuevo el mercado, el futbolista cambie su camiseta por otra. Una tónica cada vez más habitual en la actualidad. Una tesitura muy distinta a la que padece la figura del técnico a nivel nacional. Así, un entrenador que dirija en España no puede estar en dos equipos en una misma campaña, ni habiendo sido cesado previamente. Pero ni siquiera si no ha dirigido partido oficial alguno. Así, en el balompié hispano sonado es el caso Marcelino o el caso Óscar Fernández en lo que a Almería se refiere. Dos técnicos que se vieron forzados a pasar un año en blanco. El primero tras su destitución en Villarreal en pleno estío después de cuatro cursos en tierras valencianas y el segundo víctima del cambio de propiedad en la UDA. Una situación que ya no se volverá a repetir después de que esta semana la Comisión Directiva del Consejo Superior de Deportes aprobase un cambio del reglamento en la RFEF. Una reforma que cabe señalar que llega con cierto retraso. Si en otros países se permite ese movimiento en los banquillos, se hace difícil de comprender la postura española hasta estos últimos días. Un paso más a reducir la injusticia en el fútbol español.

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