La exigencia es máxima e incluso ha sido un craso error apuntar al ascenso directo como objetivo pudiéndole eliminar el 'directo', ya que el premio es el mismo en cualquiera de las dos fórmulas. Y para un vestuario tan joven y sin esas tablas en batirse el cobre en Segunda sobrepasar los límites de la presión puede ser decisorio. Sólo el tiempo evaluará si prescindir de Gomes ha sido una decisión acertada o un tiro en el pie como ocurrió la pasada temporada. A pesar de la actual racha, fatídica, el de Matosinhos ha sido de los entrenadores rojiblancos con mejores guarismos, logrando transformar la etiqueta de ultraconservador que él mismo se puso en la eliminatoria contra el Girona en la del fútbol asociativo, asumiendo incluso demasiados riesgos en la zona de iniciación, si bien los fallos en ese sentido se cuentan con los dedos de la mano, en parte por la calidad de la plantilla.

Los más alejados del resultadismo, lo que manda en el fútbol, no podrán negar que el Almería por fin ha tenido una identidad propia después de muchas temporadas, incluso con modificaciones continuas de piezas, en menor número cuando más ha hecho falta aunque suene o sea contradictorio. Eso sí, se va sin arreglar el descosido defensivo, también fatídico en su futuro, ni solventar el problema con los centros laterales en contra.

Sea como sea y aunque los tres puntos sean el aspecto que reluzca, se marcha todo un caballero, sin haber desentonado en caso de tener que salir en Un juego de caballeros. El luso siempre cuenta con orgullo que se saltaba las clases de la universidad para presenciar los entrenamientos de Bobby Robson. Al igual que con el delantero británico, a Gomes no se le podrá recriminar nada más allá de que su fútbol se haya evaporado como un azucarillo. Hasta tuvo estilo para pedir respeto...

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